marzo 16, 2010

El nuevo Congreso

Todos juraron mantener el secreto hasta el inicio mismo de la sesión, y cumplieron. Fue así como, apenas pasadas las 14, la sesión arrancó con 44 senadores. En ese momento, había nueve legisladores oficialistas, que abandonaron el recinto ante la ausencia de Menem y Adolfo Rodríguez Saá. Pero la jugada, que rindió sus frutos la semana pasada, esta vez quedó frustrada cuando los peronistas disidentes ingresaron al recinto y el tablero marcó 37 senadores presentes. "¡Que se vote!", exclamó fuera de micrófono Sonia Escudero (PJ-Salta). El pedido fue apoyado por el jefe del bloque radical, Gerardo Morales (Jujuy), que en ese momento tenía la palabra. Así fue como, con el kirchnerismo fuera del recinto, el frente legislativo no oficialista impuso su mayoría por primera vez desde el recambio. Después, con Morales en el uso de la palabra y el oficialismo ya de regreso en sus bancas, la oposición avanzó con su batería de medidas que terminaron de plasmarse en una serie de reuniones en continuado de las comisiones de Acuerdos, de Presupuesto, de Economía y de Coparticipación, que sesionaron sin legisladores del Frente para la Victoria. El raid antikirchnerista terminó de concretarse cerca de las 20.30 con el rechazo al pliego de Marcó del Pont. Fue el final de una de las jornadas políticas más negras desde que el kirchnerismo llegó a la Casa Rosada, hace casi siete años.

El kirchnerismo perdió la mayoría en todas las comisiones, incluso las bicamerales, y así se puso en marcha una ofensiva relámpago en contra de varias medidas y funcionarios del Poder Ejecutivo, que anticipan una fuerte crisis institucional. 37 legisladores entre radicales, peronistas y de otras fuerzas fueron los que asumieron finalmente para, de esa manera tomar el control político del Senado. La jugada de la oposición fue una clara respuesta al discurso de la presidenta Cristina Kirchner ante la Asamblea Legislativa, que derogo el DNU que creó el Fondo del Bicentenario y firmó otros dos decretos para alzarse con los mismos US$ 6500 millones de las reservas del Banco Central (BCRA). El oficialismo calificó la jugada como "una clara violación del reglamento" del Senado y anticipó que se reservaba el derecho de recurrir ante la Justicia. También apuntó sus dardos contra el vicepresidente Julio César Cobos, ante quien concurrió en queja con un recurso administrativo para evitar que la Comisión Bicameral de Trámite Legislativo, que tiene a su cargo el control de la legalidad de los DNU, quede integrada con mayoría opositora. El que tiene la responsabilidad de cuidar el cumplimiento del reglamento es el presidente de la Cámara, afirmó el jefe del bloque kirchnerista, Miguel Pichetto. Cobos respondió el recurso kirchnerista, señalándole que la presidencia no puede dejar de cumplir la decisión adoptada por el cuerpo en la sesión y solicitándole que procediera a nombrar a los representantes de su bloque en la comisión.

En un escenario impensado hasta la semana anterior a la apertura de las sesiones, el Gobierno debió soportar con total impotencia numérica que el frente legislativo no oficialista, con el ex presidente Carlos Menem sentado en su banca, impusiera una nueva agenda política en apenas 35 minutos de sesión. Tomar el control de las comisiones, avanzar en el rechazo al pliego de designación de Mercedes Marcó del Pont como presidenta del Banco Central, abrir un proceso de investigación parlamentario contra todo el directorio de la entidad monetaria que avaló el nuevo DNU, y un pedido de interpelación al ministro de Economía, Amado Boudou. Como si esto fuera poco, la oposición avanzó también con un proyecto de ley de coparticipación directa del impuesto a las transferencias financieras. La iniciativa, que fue redactada por el socialista Rubén Giustiniani (Santa Fe) obligará al Poder Ejecutivo a ceder, de manera automática, el 54,60% de lo que se recaude por ese gravamen. Se trata de una cifra cercana a los $10.300 millones, según las previsiones plasmadas en la ley de presupuesto 2010. La ofensiva antikirchnerista comenzó a planificarse pocas horas después del discurso de la Presidenta y terminó de definirse en una serie de frenéticas reuniones que se extendieron hasta largas horas de la noche.

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