septiembre 23, 2013

EL DERROTEREO DEL DOLAR

Los números no mienten y muestran que el Gobierno, contra sus promesas públicas más habituales y sus críticas a quienes lo reclamaban, viene acelerando el ajuste en el tipo de cambio oficial cada vez más. Mientras la Presidente sigue prometiendo que no existirá una devaluación, resulta ser que todos los días vemos como esa promesa se encamina rumbo a quedar guardada en el viejo arcón de los recuerdos, a menos que se pretenda que un ajuste real del 15% en el tipo de cambio del peso frente al dólar estadounidense (o del 35% en su ritmo mensual de agosto anualizado) no sea asumido como tal. Claro que también los hechos parecen sugerir que lo hace por necesidad antes que por convencimiento. Más aún cuando se observa el quiebre en la aceleración de la tasa de devaluación oficial del peso a partir de mayo, es decir, desde el mismo momento en que la anticipación ante un previsible cambio en el clima financiero internacional provocó un fuerte derrape del real en Brasil.

Después de todo, el Banco Central (BCRA) devaluó el peso frente al dólar a un tasa promedio de 1,33% mensual en el primer cuatrimestre del año (con "piso" de 1,22% en enero y "techo" de 1,50% en marzo), pero pasó a hacerlo a razón de 2% entre mayo y julio y a 3,03% en agosto, según pudo comprobarse tras el nuevo deslizamiento del tipo de cambio mayorista dispuesto (a $ 5,6720) al cabo de la 14° jornada consecutivas con ajustes al alza. La cuestión es que el vecino país no logra detener la caída del real (otro 0,71%, al cerrar a 2,39) y acumula una baja de 19% en lo que va de 2013) pese a disponer cuatro subas en la tasa de referencia de esa economía desde abril y haber tratado de contener la corrida contra esa moneda ofreciendo un programa de intervención cambiaria que inyectará al menos US$60.000 millones en el mercado hasta fin de año. Claro que echarle la "culpa" a Brasil luce exagerado habida cuenta de que bajo el mismo ataque está el resto de las monedas emergentes de aquellos países que más fueron favorecidos por el flujo de fondos en busca de mejores rendimientos en tiempos de tasas históricamente bajas en los denominados mercados desarrollados, como la rupia india o la lira en Turquía o Indonesia.

Tras la mega.-devaluación que siguió al colapso de la convertibilidad (el ajuste oficial en la relación peso/dólar llegó a 217% en 2002), el peso mostró una natural tendencia a revaluarse en 2003 (ganó 6,62%) que el BCRA buscó combatir, de allí en más, para tratar de preservar la competitividad cambiaria y aprovechar para acumular reservas. Así, la tasa de devaluación del peso fue módica entre 2004 y 2007 (del 1 al 2,6% anual) ya que alcanzaba para que cumpla con ambos objetivos, habida cuenta de que la tasa de inflación era también baja en el país. Lo que siguió es historia conocida. La intervención en el Indec y el posterior uso del tipo de cambio como un "ancla antiinflacionaria", que hizo que la tasa de devaluación fuera de apenas 4,7% en 2010 y 7,5% en 2011. La devaluación efectiva del peso fue del 3,03% en agosto, con lo que se acumula un ajuste del 15% en lo que va del año o del 23% en los últimos doce meses.

Para dimensionar el ritmo de devaluación actual hay que observar que si el BCRA repitiera a lo largo de un año una actualización como la dispuesta este mes, a fin de agosto de 2014 el cambio oficial estaría a $7,65, Además, pese a que el dólar paralelo cedió a $ 9,30, cerró agosto con un alza de 7,51%, una ganancia acumulada de 37% en el año, alzas que en ambos casos, duplican el avance del oficial. De esto surge que la estrategia del BCRA hasta aquí no sólo no logró devolverle competitividad al peso, sino que tampoco aportó para esmerilar la brecha abierta entre el tipo de cambio oficial y el paralelo. Y ciertamente al banco central no le queda mucho margen para combatir el dólar paralelo en un mercado cada vez más habido de moneda extranjera.      

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