Las economías de las provincias se estaban derrumbando, antes de las elecciones y ahora peor ya que Néstor Kirchner no les tiene mucha simpatía a los gobernadores peronistas que se resistieron a ser candidatos testimoniales, incluido Daniel Peralta, de Santa Cruz. La única excepción había sido, el bonaerense Daniel Scioli, quien se ha convertido en un traidor más según la relectura que el ex presidente hace de su derrota personal. Scioli exhibió, en rigor de verdad, una lealtad a Kirchner cercana al suicidio político. Aun así fue enviado a la lista negra. Los gobernadores nuevamente comenzaron a desfilar ante Cristina Kirchner con la vaga esperanza de encontrar una solución o el atisbo de un cambio en la cima. Desconfían, temen a una presidenta abroquelada en sus verdades y repasando el análisis electoral que hizo el día después de la derrota. Será así, no más. De todos modos, el mayor conflicto no es el dinero contante y sonante, ya que una cosa es la voluntad de no ayudarlos, que podría cambiar, y otra cosa es si el Gobierno se ha quedado sin plata. Y esto sucede, en verdad, Mauricio Macri le llevó planteos que significan recursos, desde el transporte público metropolitano hasta la infraestructura que deben hacer los dos gobiernos, pero no hubo respuesta.
Las cifras prevén una caída de la actividad económica en este año de más de 5 puntos. La diferencia de crecimiento entre 2009 y 2008 será de entre 8 y 10 puntos menos. La sensación social ya es de una monumental retracción de la economía. Nadie se deslumbró con la designación de Amado Boudou como ministro de Economía, pero todos se escandalizan por los estrechos márgenes que tiene el jefe de la cartera económica. Un Boudou evasivo y reiterativo apareció para anunciar modificaciones cosméticas en el Indec. Las promesas de cambios más profundos de Cristina Kirchner, estarán siempre condicionadas a la presencia de Moreno en la conducción económica. Moreno parece que se ha ido del Indec, pero no, se ha quedado; el organismo estatal de estadísticas sufre una epidemia de innumerables y disciplinados morenistas. Boudou empezó con el pie izquierdo cuando no pudo designar a casi ningún funcionario propio y cuando, encima, se topó con Moreno, el todopoderoso le dijo que Mario Blejer era asesor suyo. Blejer es conocido de Boudou y nunca se negará a una conversación con un ministro, como lo ha hecho siempre, pero Boudou ya sabe con quién se encontrará. ¿Puede conducirse la economía con un ministro debilitado y controlado por Néstor Kirchner a través de un control remoto? No y Moreno es el control remoto de Kirchner.
La cuestión de fondo en el conflicto político argentino radica en saber si Néstor Kirchner seguirá siendo el hombre fuerte del país o si, en cambio, Cristina Kirchner se hará cargo de su responsabilidad política e institucional, aun cuando ella también se equivoque. Es evidente que lo que ha fracasado en los últimos 19 meses es el modelo de conducción de la nación. Nadie está seguro de que ese modelo haya llegado a su fin. Por eso, el camino del diálogo se hace sobre baches constantes. El ministro de Justicia, Julio Alak, fue desautorizado luego de que aceptó que era necesario hacerle cambios importantes al Consejo de la Magistratura. En este tema, no hay disidencias entre la Presidenta y su marido. Para Cristina Kirchner, cualquier modificación significativa de la integración del Consejo será sólo el triunfo de las corporaciones sobre la política. El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, descartó cualquier cambio en el organismo encargado de nombrar, ascender o expulsar a los jueces, Kirchner le había dado una sola instrucción, jamás deberían abandonar el Consejo de la Magistratura los diputados Carlos Kunkel y Diana Conti, que corporizan el terror kirchnerista de los jueces. El margen para los cambios así es inexistente. ¿Cómo, cuando Boudou pasó de ser el joven prodigio del kirchnerismo a vivir como un funcionario sospechoso y vigilado? Los intendentes bonaerenses sólo esperan que Kirchner insista en su posición de no cumplir con los subsidios para los más pobres, para los perseguidos por el hambre, en represalia por supuestas traiciones. En algún momento, aquellos barones del suburbio sólo dejarán hacer y darán por terminada su función de moderadores del conflicto social. Kirchner es un jugador compulsivo, pero ya está apostando más de lo que tiene, vulgarmente expresado, esta jugado y sin fichas.
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