diciembre 11, 2009

“UN PAIS NORMAL”

Néstor Kirchner cuando asumió como presidente, allá por el 2003 prometía entre tantas cosas dejar a los argentinos, "un país normal". Y como es de esperar esta promesa ni siquiera se cumplirá durante el mandato de su esposa. La Argentina terminará los dos mandatos del matrimonio tal como cuando llegaron los santacruceños a la Casa Rosada, en emergencia económica. Los Kirchner pueden decir sin faltar a la verdad que durante las dos presidencias hubo un fortísimo crecimiento económico, que creció el empleo, que aumentaron las reservas del Banco Central que hasta pudieron ser dilapidadas en pagarle por anticipado y sin quita al FMI, que crecieron las exportaciones y hubo superávit de la balanza comercial, y es cierto. Lo que no parecen poder responder es por qué un país tan próspero como el que ellos dicen presidir requiere la permanencia de la emergencia económica. Los consortes no reconocen que la Argentina tiene un problema de inflación enorme, que la crisis energética tiene al país desde hace años caminando por la cornisa de una catástrofe, que pese al supuesto superávit fiscal nunca se regularizó la situación con el Club de París ni con los bonistas que no ingresaron al canje, ni se dice cuál es el verdadero índice de precios para reducir el pago de deuda. Los Kirchner tampoco reconocen que han tenido el importante instrumento legal de la emergencia para poder renegociar todos los contratos de los servicios públicos privatizados y en más de seis años no pudieron completar el trabajo. No sólo eso, están caídos contratos que el mismo matrimonio presidencial hizo, que finalizaron y no han sido renovados. Es el caso de los corredores viales por peaje. La necesidad de la emergencia sólo se explica por la permanente voluntad de los Kirchner, que estudiaron abogacía, de moverse por fuera del normal desempeño de las instituciones. En palabras más simples, se han manejado al margen de la ley, avasallando permanentemente la constitución nacional.

Son ellos los que han logrado que no ocurra, si de ellos depende, lo que prometieron. Que no discutirán el presupuesto con el Congreso, que lo modificarán cuantas veces quieran, que no buscarán consensos y acuerdos políticos sobre medidas trascendentes. Lo de ellos es el anuncio rimbombante y a los demás, entre quienes se encuentran sus ministros y legisladores, sólo les queda alabar. Y cuando un proyecto fue al Congreso, debió ser aprobado sin cambiar una sola coma. La emergencia fue y es la excusa perfecta, para los Kirchner. El presupuesto, llamado "ley de leyes", debe ser confeccionado por el Congreso y el Ejecutivo está fuertemente limitado para modificarlo. Pero los que prometen "país normal" son una máquina de acumular superpoderes, excepciones, atajos, como si en lugar de funcionarios de una democracia se tratara de una monarquía absoluta. Si una catástrofe económica y financiera permite entender que se actúe con normas de excepción, los Kirchner podrían explicarle a la sociedad por qué razón tienen más facultades excepcionales que las que tuvo Eduardo Duhalde, a quien le tocó una época mucho más complicada, como fue la crisis de 2001, que la que los Kirchner hayan afrontado jamás. No importan ya las palabras de Cristina Kirchner durante su campaña diciendo que habría un "cambio dentro del cambio". La única cosa que cambió, es que en lugar de firmar muchos decretos de necesidad y urgencia para modificar el presupuesto, como hacía su marido, la Presidenta prefiere lanzar uno solo, que en realidad, rehace a su voluntad toda la ley, entonces aquel "país normal" que prometía el ex presidente solo llegará tal vez cuando ellos ya no estén, pero nunca durante su gestión.

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