enero 26, 2010

EL CASO CRISTINA VS BANCO CENTRAL 4° PARTE

La Argentina no deja de producir hechos sorprendentes, casi como en las producciones de hollywood. ¿Cómo es posible que un organismo eminentemente técnico, quizá uno de los más específicos que tiene el Estado, se haya convertido en comidilla de toda reunión criolla?, que el Banco Central (BCRA), sus funciones, los alcances de su autonomía, su forma de gobierno y hasta las políticas que allí se desarrollan hayan pasado a ser tema de conversación en la mesa de miles de hogares argentinos, ya supera los mi capacidad de entendimiento. La pelea entre el Poder Ejecutivo, que pidió renuncias por radio y que finalmente despidió por decreto, y la posición del presidente de la entidad, Martín Redrado, de apegarse a una institucionalidad arrasada desde la Casa Rosada, que sólo se mantiene a flote por un par de fallos judiciales, lo han hecho posible. Pero más allá de las graves escaramuzas en el BCRA, quien se siente en el sillón de mandamás de la entidad monetaria tiene, y tendrá, varios desafíos que van mucho más lejos de la relación con Cristina Kirchner, con todo su gabinete de ministros, y que impactan de lleno en el bolsillo de los argentinos. Inflación, tipo de cambio, créditos bancarios y, ahora, control del gasto público son los de los temas que dependen del hombre valla a tener ahora las riendas de la entidad. ¿Cuáles son los desafíos del presidente del Banco Central? Muchos ex titulares de la entidad coinciden en dos cosas, en principio, en hacer respetar la institucionalidad de la entidad; en cumplir con la Carta Orgánica, y después sí, abocarse a los problemas que cada vez cobran mayor importancia.

Por un lado, la inflación, que asoma desbordada este 2010, y por otro, la contención del tipo de cambio son prioridades sobre las que habrá que trabajar. Pero hoy, cuando todavía la situación no se ha definido, hablar de una nueva gestión, significaría asumir que Redrado ya no está. Seria preferible decir que los desafíos son los mismos, el principal es defender el valor de la moneda, y en ese tema no se ha hecho mucho desde el Banco Central. Entre junio de 2002 y diciembre de ese año, Aldo Pignanelli completó el mandato que dejó Pedro Pou cuando fue destituido. Pignanelli ha dicho que la inflación y el crédito son las grandes deudas sobre las que se debe trabajar, y el principal objetivo es defender el valor de la moneda, pero en ese tema, no se ha tenido éxito. Es claro, la inflación Argentina es tres veces más que el promedio de América latina y cinco veces el promedio del mundo. Adecuarse a las exigencias del Poder Ejecutivo, no pudiendo ejercitar una autónoma política monetaria, financiera, cambiaria sin el “consejo” y la “sugerencia” del gobierno nacional, no es lo aconsejable. El Banco debe ser autónomo, le guste o no al gobierno nacional, y eso no es lo mismo que ser independiente, ya que no es la entidad la que debe definir las políticas económicas de un país, para eso está el ministro de economía. El Banco debe ser una entidad autónoma cuya independencia es necesaria para un sólo momento, decir que no cuando el Poder Ejecutivo pretenda financiarse con reservas como sucede ahora. ¿Cómo se logra esa independencia?, Con dos cosas, con períodos que abarquen parte de dos mandatos presidenciales y con el nombramiento y la remoción en cabeza únicamente del Congreso.

Si vamos un poco más allá en el asunto de las medidas a tomar por el jefe del Banco Central en el futuro mas próximo, lo cierto es que no nada cambiara, no se modificará la política cambiaria, se mantendrá la flotación administrada entre el peso y el dólar, y el Banco no vacilará en vender una fuerte posición en dólares para atender eventuales demandas de esa moneda. Finalmente, hay otro punto que se destaca como necesidad para anotar en la agenda del mandamás de la entidad monetaria, el crédito al sector privado. La Argentina es uno de los países del mundo que menos préstamos al sector privado otorga. Sólo el 10% del producto bruto interno se presta al sector privado. El ex presidente, se lamenta de que no se hayan seguido los pasos institucionales para la creación del Fondo del Bicentenario. Si se hubiese hecho bien, y si el dinero efectivamente se usara como garantía de pago, hubiera habido apoyo a la medida. Es más, seguramente hubiese redundado en una baja de la tasa de interés, que luego se vería reflejada en los bolsillos de la gente. Y como si todo este combo fuera fácil de resolver, las secuelas de la pelea podrían traer un efecto más, una nueva salida de capitales, que en los últimos meses se había frenado después de ver cómo salieron U$S40.000 millones.

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