Pide hablar con el ministro, es de manual, en cualquier país normal pero esto es Argentina, y la periodista cuando al fin consigue la entrevista, va y le pregunta al ministro lo básico pero letal, ¿cuánto es la inflación? Como esa, la de la inflación, es la pregunta que ningún funcionario debe contestar con la verdad bajo pena de ser expulsado del paraíso cristinista, lo mínimo era armarse una contestación inverosímil pero dicha con la frente en alto, algo a lo que muchos llaman “relato”, y que a veces funciona. Algunos, inclusive todavía se lo creen, la cuestión es que la pregunta era de cajón y el ministro debía tener preparada cualquier respuesta con un mínimo de sentido común. Pues bien, Lorenzino, el funcionario que está a cargo de la economía en este país, no supo qué decir y entre balbuceos que daban vergüenza ajena quedara solamente en la historia por su hoy tristemente célebre “me quiero ir”. Pero cualquiera que haya visto el video de la entrevista truncada sabe que hay muchos más espantos en esos escasos, patéticos, reveladores minutos lo que está claro que el problema acá no es Lorenzino, el problema es la inflación, que está socavando cada día el trabajo, el ahorro, y la calidad de vida de los argentinos y que seguirá así porque las autoridades no dan pie con bola para controlar la espiral creciente del costo de vida y limitar de algún modo sus daños y lo que es peor, lo niegan, se dibuja groseramente en el INDEC, y lo dejan a Lorenzino a la intemperie ante la pregunta más sencilla.
Pero Lorenzino tampoco es el único ministro que no sabe qué decir sobre temas de su teórica incumbencia, por ejemplo Julio Alak, el ministro de Justicia, es dominado por su segundo, el camporista Julián Alvarez. Estuvo casi de adorno cuando Alvarez expuso en el Congreso sobre la llamada “democratización de la Justicia”. El ministro de Agricultura, Norberto Yauhar, tiene camporistas, kirchneristas clásicos y funcionarios con línea directa al despacho presidencial, que le pasan por arriba, por los costados por todas partes todo el tiempo. Nilda Garré figura como ministra de Seguridad, pero el poder lo tiene el mediático Sergio Berni, aunque ni ella ni él saben bien qué decir cuando tienen que hablar de la inseguridad, se pisan, cambian el libreto, van de aquí para allá, pero de soluciones ni hablar. Arturo Puricelli, ministro de Defensa, se llevo todos los laureles de la Fragata Libertad llevándola al embargo en un puerto de Ghana y aunque admitió su culpa sigue en el cargo. Julio De Vido reparte promesas de obra pública entre intendentes, a cambio del juramento de fidelidad a la re-reelección de Cristina. Pero cuando algo no funciona, por ejemplo la energía, y hay que explicar un terrible apagón, se le ocurren cosas ingeniosas como “alguien bajó la palanca”. A De Vido se le están complicando las cosas con tanta denuncia de corrupción en Santa Cruz, no debe dormir muy tranquilo. Quizás algún día alguien le pregunte por Lázaro Baéz, y sería bueno que vaya preparando una respuesta, no sea cosa que le pase lo de Lorenzino.
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