abril 06, 2009

UN POCO DE NUESTRA HISTORIA

Si los peronistas decidieran honrar a un dios romano, tendrían que invocar a Jano ya que la similitud entre una divinidad anterior a Cristo y un movimiento político del siglo XX salta a la vista cuando reconocemos que el peronismo, como Jano, ha tenido dos caras que apuntaron en direcciones opuestas. Según la mitología romana, el dios Jano tenía dos caras. Una miraba al Este, al amanecer, y la otra al Oeste, al atardecer. Jano era el dios de los comienzos y de los finales. Pero Jano era además el dios de las puertas. Simbolizaba en tal sentido la ambigüedad, ya que las puertas se abren o se cierran. En tiempos de paz, las puertas del templo de Jano, permanecían cerradas y en tiempos de guerra permanecían abiertas porque toda guerra, por definición, es incierta. Jano representa de este modo la ambivalencia de la condición humana. En el peronismo actual ocurre algo parecido, algunos todavía miran al pasado, mientras otros miran al futuro, a un nuevo sol.


Los peronistas no necesitan definir al peronismo porque, simplemente, lo sienten. Somos los no peronistas los que hemos necesitado definirlo, ya que nos suponemos racionales. Pero el peronismo resistió las definiciones porque su identidad, se ha refugiado hasta ahora entre las puertas de la ambivalencia. Y así hemos pasado la vida, los no peronistas, definiendo al peronismo y los peronistas, sintiéndolo. Pero hay excepciones a esta regla. Hace unos días, un peronista se ha animado a definir al peronismo. Julio Bárbaro, ex titular del Comfer busca la clave del enigma peronista en la historia. Sus escritos se basan en que el peronismo, en definitiva, es una narración. Bárbaro cuenta la historia del peronismo a través de una biografía, la del propio Perón. Según la narración de Bárbaro, en un principio Perón creó al mismo tiempo el peronismo y su primera versión, el peronismo de confrontación. Aquellos eran los tiempos en que, según las palabras del fundador, "para un peronista no hay nada mejor que otro peronista", lo cual también significaba que para un peronista no había nada peor que un antiperonista. Con esta consigna divisoria entre dos clases de argentinos, Perón remontó los primeros años de su carrera política. Peronistas y antiperonistas no fueron por entonces simplemente "adversarios", sino enemigos.


Pero la historia fue así aun cuando no nos guste, pero en el fondo silenciosamente, los propios protagonistas fueron tomando conciencia de los errores que estaban cometiendo. Y allí, aunque todavía no lo proclamaban, estaban aprendiendo. Muchas veces aprendemos de nuestros errores y Perón había aprendido, entonces un día, luego de su exilio al parecer súbitamente, decidió volver. Pero no había nada de súbito en su regreso, que era, más bien, el fruto final de una larga experiencia. Cuando el ya viejo Perón volvió al poder en 1973, en su conciencia había madurado lentamente una nueva visión del país. Fue entonces cuando dijo que "para un argentino no hay nada mejor que otro argentino", en su conciencia había crecido la idea de la reconciliación. Algo similar le había pasado a su archirrival, Ricardo Balbín. De dos posturas hasta ese momento irreconciliables, nació la concordia. Al peronismo de la confrontación lo sustituyó entonces el peronismo de la integración, y al "antiperonismo" el "no peronismo". Pero en el seno de los dos movimientos, quedaron secuelas. Mientras Perón y Balbín llamaban a la concordia, en un ala del peronismo se expandía el odio de los montoneros, y del antiperonismo nacía la administración militar. De ahí en más ya no se respetó el auténtico aprendizaje de esos dos grandes líderes argentinos.


Pero el país de hoy apunta, por su parte, a superar la tragedia que ocurrió porque su deseo profundo es cerrar las puertas de Jano, para celebrar la paz. Quizás haya llegado la hora de entender que el movimiento peronista, es el movimiento que a través de la historia, aprendió. A la vista del despliegue actual del llamado "peronismo disidente", parecería razonable concluir que empezamos a ver las puertas que se cierran de un antiguo antagonismo en camino hacia la superación. Pero el kirchnerismo ha optado por recrear el odio, aquel del peronismo de los comienzos. Tampoco el viejo antiperonismo se ha liberado del todo de las secuelas de la lucha inicial. ¿No subsisten en ellos, todavía, llamas del antiperonismo cuando proclaman, que nada hay rescatable en el peronismo? Hace más de treinta años, tanto Perón como Balbín, adelantándose a su tiempo, ya lo habían superado.

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