junio 25, 2009

EL VALE TODO

Con una suerte de estado de emergencia en la elección bonaerense, Néstor Kirchner se metió, con cuerpo y alma, en la campaña electoral más sucia desde 1983. La dirigencia política y el Gobierno, sobre todo ni siquiera reconocieron el límite ético que impide de hecho mezclar la competencia electoral con el tráfico de drogas. Ese confín nunca se había traspuesto hasta ahora. La causa contra Francisco de Narváez aunque fuera, una operación armada, solo para embarrarle la cancha, en nuestro país lamentablemente no conozco un empresario que como se dice vulgarmente “no tenga un muerto en el placard”. La causa del juez Federico Faggionato Márquez está poblada de truhanes de módica calidad, capaces de decir cualquier cosa a cambio de muy poco. Penalistas varios y de renombre han sacado esa conclusión luego de revisar el expediente por razones ajenas al escándalo actual. Sin embargo, y aun cuando hubiera indicios ciertos que apuntaran contra De Narváez, un juez serio habría hecho todo lo contrario de lo hecho por el magistrado. Habría esperado el final de las elecciones para poder avanzar en la investigación sin el pataleo y la polémica que provoca la propia campaña.

La condición de legislador de De Narváez le impide ir preso, pero no lo protege de una comparencia compulsiva ante la Justicia en calidad de imputado. El escándalo hubiera aumentado exponencialmente si la policía lo hubiera tomado del brazo al candidato que está en condiciones de derrotar personalmente a Kirchner, y no solo eso, sino que hubiera provocado un golpe de escena muy importante en favor de Kirchner. Faggionato Márquez, no es trigo limpio, de hecho tiene 9 pedidos de recusación en diversas causas, suele moverse entre oscuros operadores oficiales en la Justicia. Personas desconocidas por la opinión pública y por la mayoría de los políticos, que hacen las veces de puente entre el Gobierno y muchos jueces. Algunos de esos hombres, ciertamente influyentes, ocupan cargos en organismos de control del Estado en nombre del kirchnerismo. El escándalo argentino provocado por políticos que se acusan entre si de vinculaciones con el tráfico de drogas ha recorrido ya buena parte del mundo. ¿Cómo se explicará luego que supuestos traficantes de drogas pudieron llevar un candidato hasta la cima, ganarle a Kirchner y colocarlo a éste ante su fin como político? ¿Qué país gobernarán después del 28 de junio? ¿Quién confiará en los dirigentes argentinos y en la propia Argentina?

En Argentina hubo y hay vinculación entre la política y la droga, no es novedad, pero ingenuos muchos han creído que esos nefastos negocios se limitaban al silencio de la política. La dirigencia, pero principalmente el gobierno, los ha metido alegremente bajo las luces del principal escenario de una elección. La sospecha oficial lanzada contra De Narváez choco, incluso, contra la propia política oficial con respecto de las drogas. El ministro de Justicia, Aníbal Fernández, presionó públicamente a De Narváez para que se enfrentase con los jueces por el caso de la efedrina. Fernández sostuvo siempre, contra la opinión de otros funcionarios oficiales, que el tráfico de drogas no es un problema relevante en la Argentina. Entonces, ¿Cómo sostener la tesis, sin caer en la contradicción, de que ese problema no es importante, pero que, al mismo tiempo, el negocio de la droga habría encumbrado al candidato opositor más importante de esta campaña? De Narváez tiene un deber de agradecimiento con Kirchner. La verdad es que el diputado se había quedado sin agenda electoral días antes de las elecciones, y Kirchner se había convertido, a su vez, en el centro de la campaña electoral. Pero resulto que las encuestas sacaron de quicio al ex presidente, ya que su triunfo en Buenos Aires no estaba garantizado, y eligió hacer lo único que no debía hacer, erigirlo a De Narváez en un mártir y su principal y excluyente contrincante.

Kirchner es así su temperamento pudo siempre más que su corta inteligencia. Gracias a Kirchner, más que a sus propios méritos, De Narváez se sorprendió con la novedad de ser, el ganador, en el centro de la escena. Ahí lo puso Kirchner, sólo un hombre que siempre contó con la ayuda de la suerte política y no con astucia o inteligencia, puede cometer tantos errores cuando la fortuna lo abandonó. El vicepresidente, Julio Cobos por ejemplo, con inteligencia se colocó siempre en el otro extremo de Kirchner. Recibió, a De Narváez y se solidarizo con el, Cobos es un paciente jugador de ajedrez; sólo necesita mover una pieza en el momento oportuno para enloquecer el tablero. Con el mismo estilo, Cobos ya atormentó, y atormenta, a Kirchner, para quien la razón política sólo aparece, vagamente, cuando ya le dio todos los gustos a la fogosidad de su naturaleza. En esa exaltación de su carácter estuvo inscripta también la campaña en la que todo vale.

1 comentario:

Mariel dijo...

Si lo leyera Kirchner, seguramente diría: son infamias, calumnias e injurias, yo no tengo placard, yo tengo ROPERO!

Saludos!