agosto 24, 2009

FBI, CIA, KGB, NO, SOLO NESTOR Y CRISTINA

A nadie llama la atención, a estas alturas, que en la Argentina se utilice a las fuerzas de seguridad o inteligencia para pinchar teléfonos, como en las peores épocas del autoritarismo, o espiar mensajes de correo electrónico en forma ilegal. En todo caso, resulta chocante que lo pueda seguir haciendo un gobierno que siempre se jactó de su defensa de los derechos humanos. La denuncia de espionaje efectuada por Alberto Fernández contra el propio gobierno del que formó parte hasta hace poco más de un año sorprendió menos por su contenido que por provenir del ex hombre fuerte del kirchnerismo. Ciertamente, tampoco sorprende que el actual gobierno nacional se muestre desconfiado y resentido, como lo demuestra la expulsión de dos funcionarios cercanos al ex jefe de Gabinete, Marcela Losardo y Nicolás Trotta, no bien los Kirchner tomaron conocimiento de que se había reunido con el vicepresidente Julio Cobos, declarado enemigo público número uno por el oficialismo. La primera transgresión de Alberto Fernández fue hacerle un lugar a la oposición como interlocutora. El matrimonio presidencial no toleró, no tolera, ni tolerará jamás que ningún dirigente de su sector dialogue con representantes de la oposición o de grupos enfrentados con el Gobierno, a menos que medie su consentimiento.

Lo sabe por ejemplo, el gobernador Daniel Scioli, a quien desde la Casa Rosada se le sugirió que se olvidara de su deseo de mediar entre el campo y el Poder Ejecutivo Nacional. La segunda transgresión del ex jefe de Gabinete fue sentarse a charlar con alguien que, además de opositor del Gobierno, ha sido estigmatizado por los Kirchner como el prototipo del traidor. Para la pareja gobernante, hoy la más radical de las traiciones por parte de un dirigente supuestamente kirchnerista es instituir a Julio Cobos como interlocutor. Uno de los mayores pecados que, a juicio de los Kirchner, puede cometer un hombre que milita en sus filas es la autonomía. Cuando esa autonomía se potencia hasta el punto de hacerle lugar a una figura emblemática de la deslealtad, como el vicepresidente de la Nación, la autonomía se convierte para ellos en traición. Y no es necesario que exista un complot destituyente. Alberto Fernández se había convertido en un kirchnerista disidente. Todo disidente lleva el rótulo de sospechoso para el gobierno K. Desde ahora, el ex jefe de Gabinete ha sido descendido a la categoría de traidor. Alberto Fernández fue casi Néstor Kirchner, lo representó en cuerpo y en discurso, con acciones y con ideas, durante cinco años ininterrumpidos, entre 2003 y 2008. Nadie como él conoce los mecanismos que operan en el poder kirchnerista. ¿Podría desconocer prácticas como el espionaje político el hombre que durante años tuvo el despacho pegado al de Kirchner, que puso su firma junto a la del presidente en centenares de resoluciones, que tuvo amplias facultades para administrar partidas millonarias del presupuesto, que ayudó a instalar a un desconocido gobernador patagónico en el corazón del poder? No imposible.

Renunció al gobierno de Cristina Kirchner en julio de 2008, tras la crisis con el campo y el voto "no positivo" de Julio Cobos. Hasta entonces ocupaba su cargo de siempre con los Kirchner: la jefatura de Gabinete. Desde que se fue, se alejó día tras día de la órbita del poder kirchnerista. El emblema de la confianza mutua se dio en 1998, cuando las vinculaciones de Fernández con su mentor en el peronismo, el ex presidente Eduardo Duhalde, sirvieron para potenciar la imagen de un mandatario patagónico desconocido para el grueso de la opinión pública. Fue de hecho Alberto Fernández uno de los dirigentes que, a fines de 2002, convencieron a Duhalde de que Néstor Kirchner era "el candidato" para la presidencia después de los ensayos fallidos en el peronismo con Carlos Reutemann y José Manuel de la Sota. Fernández fue el arquitecto político de esa postulación le armó la campaña a Kirchner y ayudó a instalarlo en la palestra nacional. Y fue luego el ejecutor de todas y cada una de las decisiones oficiales. Desde su despacho de jefe de Gabinete, apenas a metros de la oficina presidencial, digitó detalles y trazos gruesos de la política kirchnerista. Y lo hizo a punto tal que sus rivales internos en el Gobierno como por ejemplo el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido lo llamaban por lo bajo Lopecito, en alusión al maquiavélico consejero de Isabel Martínez de Perón, José López Rega. Cuatro meses después de irse del Gobierno, dijo que Néstor Kirchner fue el mejor presidente argentino desde el regreso de la democracia. ¿Qué paso?, ¿Cambió de opinión?

2 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mariel dijo...

"Cria cuervos..."
Acá o estás con ellos o sos traidor, eso queda muy claro...el tema es lo que puedan llegar a hacer todos aquellos que se "abren" (por decirlo de algún modo)...más allá que en definitiva son todos cortados por la misma tijera, quizás puedan querer hacerle la contra...por el bien de todos...no lo ve así?

Saludos