agosto 19, 2009

OTRA PULSEADA QUE GANARIA MOYANO

La designación de Ricardo Bellagio como superintendente del Sistema de Salud es parte del doble pacto sindical que se ha tejido en estas semanas. Por un lado, el de los Kirchner con Hugo Moyano. Por otro, el de Moyano con los que se le resisten en la CGT. No debería sorprender que los acuerdos de centrales obreras en Argentina, tengan que ver con dinero. Esto es algo a lo que nos tienen acostumbrados, y en este caso, por la módica suma de $ 2500 millones, o unos U$S 66 millones. Bueno, veamos, para empezar a hablar, Bellagio es un burócrata del sanitarismo, que estuvo a cargo del área económico - financiera de la Superintendencia durante la gestión de Héctor Capaccioli. Capaccioli era aquel recaudador de campaña de Cristina y Néstor Kirchner que reportaba a Alberto Fernández y que debió renunciar como superintendente cuando se conocieron sus vinculaciones con droguerías reguladas por él e involucradas en la venta de efedrina. La designación de Bellagio comienza por consiguiente con antecedentes un poco turbios, y es parte también de la cuenta pendiente de los Kirchner con Moyano por la subordinación de la CGT al Gobierno. El camionero ya había conseguido la cabeza de Graciela Ocaña, pero todavía le faltaba cobrarse la del superintendente desplazado, Juan Rinaldi.

En un principio, cuando manejaba los subsidios a las obras sociales en la Administración de Programas Especiales (APE), Rinaldi se presentaba como un subordinado incondicional de Moyano. Pero cuando descubrió que podía quedarse con el lugar de Capaccioli, se sumó a Ocaña y a sus investigaciones sobre los fondos de las obras sociales. Los días de Rinaldi comenzaron a estar contados desde que en el Sindicato de Camioneros recibieron la primera carta documento con inquisiciones sobre el manejo del dinero, y en el barrio de Moyano esas cosas no se hacen. Sería un error pensar que al camionero, no le importaba la plata, sino el hecho. El conflicto con Ocaña-Rinaldi, significaba el bloqueo de un reparto de más de $ 2500 millones que ellos pretenden recibir como subsidios a sus organizaciones de salud. Se trata de contribuciones laborales que se acumulan en una cuenta del Banco Nación y que, por deficiencias contables, no son imputadas a ninguna obra social. Al comienzo de su reinado, era costumbre que Moyano distribuyera ese pozo con un ostensible favoritismo político. Esta arbitrariedad fue la única razón, del entredicho del camionero con otros dirigentes como Armando Cavalieri, Carlos West Ocampo, Oscar Lescano y José Pedraza. La guerra alrededor de ese dinero llevó a Moyano a preguntarse si no serían ellos quienes le suministraban la información con que Ocaña y Rinaldi alimentaban sus denuncias.

Al minar el poder de Moyano, "los Gordos" estaban advirtiendo al Gobierno que ya no le alcanzaría con cebar al camionero para mantener la paz social. Uno de ellos apoltronado a una mesa de un restaurante de Puerto Madero envió un mensaje inequívoco a Julio De Vido, "Si quieren que volvamos a la CGT, pongan también a alguien nuestro a repartir los subsidios". De Vido todavía no pudo satisfacer esa exigencia. Pero, con la designación de un superintendente neutral y fogueado, como Bellagio, emitió una primera señal amistosa. Además, Bellagio es contador; nada más indicado para distribuir con equidad la piñata de $ 2500 millones. Pero aun queda otro cargo en el reparto la jefatura de la APE, el ministro de Salud Manzur, había ubicado allí a Mario Koltan, para eso desplazó a un delegado de Moyano, Hugo Sola y fue como tocar un cable de alta tensión, el camionero se lanzó a las radios proponiendo a Eduardo Duhalde como presidente del PJ y, enseguida, consiguió que Sola volviera, de manera provisoria, a su sillón. Por suerte Koltan es dueño de una prepaga y Manzur pudo aducir que lo desplazó por una incompatibilidad. Mientras tanto, De Vido sigue haciendo gestiones para reunir en una misma mesa, acaso la próxima semana, a Moyano y "los Gordos". De ese armisticio depende la participación del bloque disidente de la CGT en el Consejo Económico y Social, esa especie de respirador artificial al que busca conectarse un Gobierno, debilitado.

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