octubre 20, 2009

DIFERENCIAS LATINOAMERICANAS

En 2003, antes de asumir la presidencia, Luiz Inacio Lula da Silva recibió un pedido que ameritaba un rápido tratamiento su inminente par de Senegal, Abdoulaye Wade, necesitaba un avión para combatir la peor plaga de langostas en 15 años en Africa occidental. Lula le dijo que se quedara tranquilo, que iba a ser sencillo. Pasaron seis meses, y el avión no había salido. Lula llamo entonces al comandante de la Fuerza Aérea quien le informó luego de seis meses que el pedido debía ser tratado por el Congreso. Enfurecido Lula replico que como podía ser tan diferente a otros países con mecanismos legales similares. Si Chávez puede mandar tractores a Bolivia por que yo no puedo. Lula conoció así sus atributos y sus limitaciones. En la Argentina, los Kirchner se transmite otra imagen, incrementan su patrimonio y, sin venia legislativa alguna, usan aviones y vehículos oficiales y comprometen fondos públicos en campañas electorales o por asuntos personales. Si bien Brasil no ha estado exento de escándalos de corrupción, las sospechas apenas han rozado sus suelas comparados con las aberraciones Argentinas. Esa diferencia traza una línea más extensa que la frontera entre ambos países, socios mayoritarios del degradado Mercosur. Traza una línea tan extensa, en realidad, como las prioridades de cada gobierno, Brasil prevé su 2016; la Argentina revé su 1976.

La gente como los países no cambia evoluciona. En el primer año del gobierno de Lula, Néstor Kirchner fija sus prioridades en la plataforma electoral "La alianza estratégica con Brasil, la profundización del Mercosur y la relación con los países asociados, Chile y Bolivia". La falta de apoyo de Brasil en las negociaciones con el FMI, la escasa colaboración del presidente uruguayo Jorge Batlle en la búsqueda de los restos de la nuera de Juan Gelman en Montevideo, el conflicto con Tabaré Vázquez por las pasteras y la crisis del gas con Chile alteran esas intenciones. En ese momento, en una reunión entre gallos y medianoche en un hotel de Asunción, Hugo Chávez seduce a Néstor Kirchner con su aparente deseo de revisar las inversiones de la petrolera Pdvsa en los Estados Unidos y volcarlas en la Argentina. Lula comulga con ambos y todos los demás, pero comienza a proyectar a Brasil hacia el exterior con la agenda que, en parte, hereda de su antecesor, Fernando Henrique Cardoso. Surge de ese modo el indicio de un afán de liderazgo regional silencioso, jamás admitido, que no necesita ser declarado. La creación de la Unión de Naciones Suramericana (Unasur), así como varias intervenciones conjuntas en países vecinos en apuros, deja de lado al Mercosur, exitoso colchón de los diferendos bilaterales entre Brasil y la Argentina, mientras Uruguay y Paraguay denuncian en vano sus asimetrías y Venezuela no logra la aprobación de Brasil y Paraguay para incorporarse como miembro activo.

Por cuestión de días, Lula y Néstor Kirchner no aterrizan juntos en 2003 en China, socio con Brasil, Rusia y la India del grupo BRIC. Por cuestión de días, también, no cancelan juntos en 2005 las deudas soberanas con el denostado FMI. Por otra cuestión, tampoco revisan juntos esa medida, hoy, Brasil se propone capitalizar al organismo con 10.000 millones de dólares, y entretanto la Argentina, cuyo principal agente financiero externo es Venezuela, se propone retornar a los mercados de deuda con mediciones internas de dudosa legitimidad y acreedores externos insatisfechos. En forma simultánea, el Brasil de Lula, "cansado de ser una potencia emergente", según su propia definición cuando es reelegido en 2006, planea la compra de armamento militar más grande de América latina; la Argentina de los Kirchner, habitualmente ensimismada y crispada, planea el refuerzo de la flota aérea a su disposición más grande de la historia. En un país, mimado por los mercados y los líderes internacionales, habrá Mundial de fútbol en 2014 y Juegos Olímpicos en 2016; en el otro, insistente en culpar de su fracaso hasta a la CIA con sus "operaciones basura", habrá elecciones presidenciales en una fecha incierta, tras el cambio de las legislativas de este año, en 2011. En un continente en el que coexisten dos países con tantos recursos y tantas diferencias, o el reloj de Brasil adelanta, o el Argentino atrasa.

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