marzo 08, 2010

Los índices oficiales

Algunos funcionarios públicos elegidos por el pueblo suelen olvidar, que la función pública no es una licencia para la vulgaridad o el delito, sino que son, simplemente mandatarios de quienes los votaron. Por esa razón tienen el deber de no traicionar la confianza depositada en ellos, lo que supone obrar de buena fe y con la obligación de decir a sus mandantes siempre la verdad. Esto no sucede en la argentina, por el contrario, la sociedad argentina, es una sociedad que históricamente ha vivido, signada por una forma de hacer política sin principios, por la búsqueda de riqueza sin trabajo y con la obscura concepción de que es normal hacer negocios sin moral. Además, deberían recordar que un mandato no se ejecuta fielmente cuando, existe conflicto entre sus intereses y los de sus mandantes, y se da preferencia a los suyos. De frente a la sociedad, esto supone no sólo autenticidad, sinceridad y respeto permanente a la verdad, sino la generación de información pública fidedigna, pero aquí ocurre todo lo contrario la manipulación engañosa de las cifras y estadísticas oficiales es lo que vale y nada importa mas que engañar a los ya poco crédulos mandantes. Según el desprestigiado Indec, la inflación del año 2009 fue del 7,7 por ciento. Lo que no es, de ningún modo, avalado por la realidad ni por las encuestas privadas ni por las mediciones similares de los gobiernos provinciales, que arrojan tasas muy superiores. Por eso precisamente los gremios plantearon negociar en paritarias aumentos salariales del orden del 20 por ciento y más.

Con esto se encuentran las amas de casa diariamente en los mercados, con una escalada de los precios que denuncia una inflación que no guarda relación alguna con los índices de precios oficiales, en los que la sociedad descree cada vez más. Esos índices son el resultado de las urgencias políticas. El actual director técnico del organismo, Norberto Itzcovich, tratando infructuosamente de defender el índice de precios al consumidor del pasado mes de febrero, señalo que ese índice no es la tasa de inflación. Es posible que así sea, pero los argentinos necesitan conocer cuál es la inflación, por lo que distorsionar los índices que suponen la representan, es simplemente engañarlos, abusando de su confianza. Pero, además, es perjudicar a algunos de nuestros acreedores, destrozar el clima general de los negocios que necesitan de la confianza, y crear el comprensible recelo de los mercados de capitales (y de sus organismos de control) a los que estamos procurando regresar, no advirtiendo que urge complementar la renegociación atípica y prepotente de nuestra deuda externa. Tan celebrada, vulgar y ruidosamente, por el propio Néstor Kirchner, que terminó sumergiéndonos, como país, en el mas costoso aislamiento financiero, del que aún no hemos salido, nueve años después de ocurrida la dura crisis de 2001. Para los funcionarios públicos decir la verdad no es irrelevante. Es una obligación, y es por ello que la venta de ilusiones, propia del populismo que ejercen los Kirchner, es una mentira que como todas, tiene patas cortas.

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