Después de casi dos años, la Presidenta volvió a reunir en la quinta de Olivos a los bloques parlamentarios oficialistas y los instó a mantener una firme defensa de las medidas del Gobierno ante los embates opositores. En un discurso de casi una hora, la Presidenta acusó a sus adversarios de querer "romper el funcionamiento de la política" legislativa. La última reunión parecida había sido durante la crisis con el campo, en 2008, y en esta repitieron la fórmula, en un intento de demostrar unidad ante las crecientes versiones de nuevas disidencias en un momento clave, en el Congreso se prepara para debatir el futuro de una serie de proyectos que podrían redefinir el reparto de "la caja nacional" entre las provincias. Cristina Kirchner, única oradora, lejos de las expectativas previas de los asistentes, no hizo alusión alguna a nuevos proyectos de ley y dedicó la mayor parte de su discurso a elogiar las políticas oficiales y a cuestionar duramente a los adversarios. La convocatoria tuvo para la Casa Rosada el objetivo de impedir la fuga de dirigentes hacia los bloques de la oposición que intentarán modificar el reparto de lo recaudado por el impuesto al cheque y arrebatarle al Gobierno una caja de casi 12.000 millones de pesos. Cristina Kirchner ya adelantó que vetará esa reforma. Pero en el discurso, la Presidenta prefirió no referirse a esos temas, mientras los legisladores comían asado y tomaban vino. Comenzó defendiendo "la inserción de la Argentina en el mundo", elogió el rumbo económico y justificó otra vez el DNU que habilitó el uso de las reservas para pagar deudas. Incluso se refirió a la detención, por violaciones de los derechos humanos, del padre de la jueza María José Sarmiento, que había dictado un fallo clave para impedir que el Gobierno usara los fondos del Banco Central.
Con su padre querellado por el gobierno nacional, casi sería inhumano que esa persona no tuviera algo en contra nuestro dijo la Presidenta. Pero no se detuvo ahí, y explicó que para eso existe la excusación, ya que hay situaciones que impiden ser imparciales, concluyo. Sólo después ahondó en los temas relacionados con los embates de la oposición en el Congreso. Primero, defendió el derecho de veto del Poder Ejecutivo, y dijo: “la oposición tiene una mayoría circunstancial pero no sabe qué hacer", y su única agenda es la de los medios, dijo enojada. "Si nosotros somos autoritarios y hegemónicos, al lado de ellos somos carmelitas descalzas". Habrá diálogo siempre y cuando no cambien todo el tiempo las reglas de juego, concluyo. Después intentó levantar el ánimo de los legisladores, y agrego que se puede ser minoría parlamentaria y mayoría en la sociedad, y en un futuro, ganar elecciones. Muchos de los presentes sintieron la frase como una orden para no dar marcha atrás. Pero la Presidenta no dio mandatos precisos de los pasos por seguir. Fueron los ministros y los jefes de bloque, a la salida, los encargados de hablar sobre los temas delicados, mientras salían de la quinta presidencial, uno por uno, a bordo de lujosos autos oficiales. El líder de los diputados kirchneristas, Agustín Rossi, ratificó que el Gobierno está dispuesto a dialogar. Randazzo sinceró la intención del encuentro. "Fue para mostrar mayor cercanía con los bloques y mostrarles que el Gobierno los necesita para poder tomar decisiones", insistió, mientras otros funcionarios y legisladores cumplían con el mensaje de la Presidenta y cuestionaban sin miramientos a los líderes opositores, con especial predilección por Elisa Carrió, jefa de la Coalición Cívica. Rossi la acusó de ser "irracional". Todo estuvo muy rico, se comió, se bebió, y la nota la dio como era de esperar, el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, quien refiriéndose a Elisa Carrió, la definió solo con una frase que tiene su sello característico, está claro, Carrió no tiene los patitos en fila.
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