mayo 17, 2010

Síntomas que agotan

Sin otra razón que tratar de mejorar las chances electorales del oficialismo para 2011, el matrimonio Kirchner actúa, a pesar de la reactivación, como si la economía estuviera aún en recesión. El aporte de la producción agrícola a distintas actividades permitirá, a mediados de año, completar cuatro trimestres consecutivos de recuperación del PBI, a una tasa anualizada encima del 6%. En la industria, la reactivación es récord en los sectores que exportan, a Brasil (como automotores y metalurgia), son estos los que más habían caído durante la recesión de 2009. Repuntaron las ventas de electrodomésticos, con las financiaciones de los bancos hasta 50 meses. La mejora en sectores de consumo masivo como alimentos y bebidas, es sensiblemente más notoria ya que estos rubros son los que menos habían sufrido la retracción del año pasado y ahora tienen más demanda. Una cosecha récord encabezada por la soja, con 55 millones de toneladas vuelve a ser la vedette de la economía argentina. Esto beneficia la actividad en el interior, el superávit de la balanza comercial y la recaudación impositiva producto lógicamente de las exportaciones del agro. La Jefa de Estado, Cristina Kirchner dejó hace tiempo de referirse a la soja, como el "yuyo", sobre todo interesada por los mayores ingresos en concepto de retenciones para solventar un gasto público que no para de crecer. Los altos rindes obtenidos, en muchas zonas productoras se traducen en un fenómeno lógico, habrá más excedentes para volcar al consumo. Hasta aquí el panorama productivo daría para festejar y estimular planes de inversión, como ocurre en la mayoría de los países de América latina. Sin embargo, éste no es el clima que se percibe hoy en la Argentina. La reactivación argentina se ve opacada por factores políticos y económicos que aumentan la incertidumbre, especialmente, sobre lo que vaya a ocurrir desde la segunda mitad del año en adelante.

La inflación, aparece como el flagelo más temido. No sólo porque hoy ya se ubica en un piso del 25% anual para 2010, sino por las expectativas que genera. Aunque en abril se desaceleró un poco el ritmo previo de aumento de precios, la presión inflacionaria se mantiene, el Gobierno sigue empujando la demanda bien por encima de lo que crece la oferta. De ahí que el gasto público crezca por encima de 30% anual y la política monetaria acompañe, mientras los aumentos salariales se negocian en paritarias, con un piso de 25% y apuntan más a cubrirse de la inflación esperada que a compensar la inflación pasada. Sólo actúan como freno de un eventual desborde, el congelamiento de tarifas de servicios públicos, a costa de subsidios que superaran los $40.000 millones en 2010 y un dólar absolutamente controlado. Pero, con la inflación existente, estos elementos llenan de duda el futuro inmediato. Lo que se atrasa mucho en algún momento debe corregirse, por las buenas o por las malas. No son pocos los que atribuyen esta retracción al permanente clima de confrontación política que vive la Argentina, donde existe un desprecio oficial que oculta permanentemente los problemas más importantes, inflación, pobreza, inseguridad, capacitación laboral, competitividad, debilidad institucional, dibujo estadístico, corrupción, etc. Prueba de esto, es el ya insostenible conflicto por el uso de reservas del Banco Central, que fue resuelto en favor del Gobierno, con la inevitable consecuencia que tendrá, la de una nueva emisión monetaria para financiar más gastos y subsidios alimentando más la inflación. Con una economía inflacionaria, con el oficialismo en campaña y aprovechando hasta donde pueda la confusión opositora, la recuperación del PBI dejó de ser sinónimo de mejora. Para el Gobierno, el cálculo es simple, si el PBI supera el 3% y la recaudación el 19% previsto en el presupuesto que fuera calculado con una inflación de 8% anual, habrá más excedentes para distribuir discrecionalmente.

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