mayo 27, 2010

Una comparación que hace temblar al viejo continente

España no es Grecia, no eso es cierto, pero la sola comparación animó todo tipo de especulaciones sobre la salud de las finanzas públicas y la banca españolas, que hasta hicieron saltar el termómetro de una Bolsa de Madrid que acumuló fuertes pérdidas en la semana. La economía española no goza de buena salud desde hace un tiempo, y es un hecho innegable que la posibilidad de ser empujada al abismo griego existe. Los problemas españoles que la han llevado al precipitado deterioro actual apareció ya a mediados de 2007, cuando la abrupta paralización de la industria de la construcción volvió evidente la dependencia que la "España pujante" de ese momento tenía de aquel sector. Desde ahí, el proceso de desaceleración del PBI, que pronto se transformaría en caída, comenzaría a coincidir con una gradual suba del desempleo, que hoy afecta al 20,05% de la población activa. La evolución negativa del crecimiento, que en 2009 llegó al 3,6% y que este año hundiría los ingresos totales del país un 1,8% más, potenció su efecto devastador para los ojos de los mercados internacionales en el mantenimiento de un elevado gasto público por parte del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Esta política, tendiente a sostener el creciente número de subsidios por desempleo, elevó el déficit público al 11,2% del PBI, lo que situó a España, junto con Irlanda y Grecia, en el nada deseado "club de los dos dígitos", una sociedad letal para la credibilidad financiera de cualquier país. El Gobierno no pudo poner las cuentas públicas en orden, pese a los anuncios de ajuste de los últimos meses, y terminó por gastar un 8% más de lo que recaudó en el primer trimestre. A eso debe sumársele el mal estado de las cuentas privadas. Según estadísticas oficiales, la deuda de ese sector alcanza el 178% del PBI, un cuadro de situación que parece difícil de cambiar por la renuencia de las autoridades a asumir una reforma laboral tendiente a reactivar el detenido aparato productivo.

La necesidad de ejecutar cambios en la economía, sugerida por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y las agencias calificadoras de riesgo, ha puesto de manifiesto el determinante ADN político de esta crisis financiera. Zapatero intentó la semana última una mediática reacción para cambiar el humor de los mercados y anunció el cambio de sistema de las cajas de ahorro, un hecho que aprovechó para mostrarse unido en esta decisión con el principal líder de la oposición, Mariano Rajoy, con quien no se reunía a solas desde hace más de año y medio. Estos interrogantes, que han contribuido a encarecer los costos de financiación de la deuda española y a disparar el riesgo país a un máximo histórico, han llevado a los operadores a comparar nuevamente la situación española con la debacle griega. España es el único país del "top ten" de las potencias mundiales que aún no logra salir de la recesión, para los analistas locales aún existen marcadas diferencias entre la crisis de este país y la griega. En primer lugar, la carga de la deuda pública respecto del PBI trepa en Grecia hasta el 113% y ha sido siempre superior al 100% en los últimos 10 años, mientras que en España esas obligaciones "apenas" llegan a 55,2% de sus ingresos, con una media en la pasada década del 52%. Esto, claro, sin tener en cuenta que el tamaño del PBI español cuadruplica al griego. En cuanto al déficit respecto del PBI, si bien en España su ascenso ha sido espectacular el año último y se ubicó a poco más de dos puntos del griego, el originado por la administración de Atenas se ha mantenido siempre por encima del 5% del PBI desde 2000, por lo que su origen es más estructural que circunstancial para la evaluación de los mercados. Estos dos factores, sumados a la sostenida acusación que pesa sobre Grecia de haber "engañado" a los mercados con números falsos, imponen una distancia considerable entre ambos Estados, aun cuando España posee un índice de desempleo que duplica con creces al griego, hoy ubicado en 9 por ciento.

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