julio 13, 2010

La pelea que no fue

El supuesto entredicho sucedió luego de que el presidente francés apuntara contra los países latinoamericanos que cuestionaron el ajuste europeo, entre ellos Argentina, debido a que sencillamente no tienen la suficiente información para opinar. Más allá de que el tema no se trate de simple información, y si de su falta de capacidad, o autoridad moral para hacerlo Sarkozy sólo se había referido, a que los líderes de América latina no sabían del "hostigamiento" que tenía el euro antes de que algunos países pusieran en marcha el plan de ajuste.
Y así comenzó un nuevo capítulo, de los desatinos verborragicos de nuestra jefa de Estado. Sin dudar, pidió la palabra y retrucó: "No es de buen tino interpelar a alguien porque no se está de acuerdo con lo que se dice", el comentario, pasó tan desapercibido que ninguno de los presentes y menos Sarkozy esbozaron respuesta alguna y continuando con su incomprensible explicación, la mandataria dijo que a Argentina le interesaba el euro, ya que tiene parte de sus reservas en esa moneda lo que verdaderamente no significa absolutamente nada, considerando que existen más de una manera de respaldar el circulante en cualquier país. No contenta con esto, volvió a señalar que en la zona Euro, no hay que insistir en el ajuste y cuestionó a quienes según ella mantienen las viejas recetas ajustes. Sin duda lo más gracioso de toda su exposición fue cuando presentó como ejemplo el modelo argentino para enfrentar la crisis.
En su afán por sobresalir y ser reconocida, Cristina Kirchner no se detuvo y continuo su crítica, "Me mencionó y me vi obligada a contestar", aseguró tras el encuentro de mandatarios en declaraciones a la prensa y volvió a explicar, que le importa el euro y quiere que a la zona le vaya bien. Cristina Kirchner, que al relatar lo ocurrido reprochó "los modales" de su colega también comento que siempre se piden buenos modales y ¡hay que ver!, se quejó, y según su particular visión el francés rompió una "cuestión de forma" al interpelarla en plena sesión del G-20 para poner en duda sus argumentos. "Yo no he hecho nunca una cosa así y es algo que tampoco he visto nunca en este tipo de encuentros", abundó la Presidenta.

El otro tema fue que la Presidenta pidió que no se le soltara la mano a ningún país en crisis haciendo referencia a España y Grecia ya que según entiende sería una tragedia como la que vivió Argentina en la crisis de 2001. La jefa del Estado retomando su lucha nuevamente quiso responsabilizar a terceros e insistir contra el FMI, alegando que el organismo le soltó la mano a la Argentina en 2001, para exponerla como escarmiento y conejillo de Indias, en una decisión en la que tuvo responsabilidad absoluta la gestión del Fondo Monetario Internacional de entonces, que integraba la alemana Anne Krueger. La Argentina dejó así sentado su testimonio en voz bien alta, el rechazo al ajuste fiscal y a la flexibilización laboral. Sin embargo, la conclusión de la Presidenta y del resto de la delegación nacional es que cada país seguirá adoptando su propia receta para aguantar esta crisis que comenzó hace casi tres años. Europa, en el foco del incendio, cree que el ajuste fiscal aliviará los problemas que afronta. Es posible que calme a los mercados en el corto plazo, pero la posibilidad de que vuelva a caer es alta. En un sentido, esto es malo para la Argentina, porque significa que poco se ha avanzado en la coordinación de políticas globales que suavicen el temblor global. Pero, a la vez, esta falta de avance en la cooperación es un alivio para un Gobierno que se niega a abrir sus cuentas para que el FMI las revise, como hace con el resto de los miembros del G-20. Nadie insistirá demasiado en criticar a la Argentina por esta actitud mientras se mantenga este nebuloso ambiente global, pero el Gobierno debería reconocer que un intercambio informativo con el FMI, sin condicionamientos de políticas, favorecería su declamado objetivo de lograr más inversiones productivas a través de un acuerdo con el Club de París. Además, la Argentina volvió a levantar la voz en esta cumbre para que el FMI vuelva a repartir dinero para sostener el nivel de actividad. El año pasado, con ese dinero, se pudo esconder el déficit fiscal. Este año, sin acceso a los mercados en el horizonte de corto plazo, podría facilitarse el cierre del programa financiero.

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