agosto 26, 2010

La crisis energética

Es casi el PBI completo de Bolivia en seis años, o más del doble de lo que se le debe al Club de París. Son aproximadamente unos US$ 15.000 millones para subsidiar la luz y el gas los que el Gobierno gastó desde el otoño de 2004, después de aplicar cortes rotativos de electricidad durante un mes a 31 plantas industriales. Fue entonces, que Néstor Kirchner entendió que la Argentina tenía serios problemas energéticos. De esta situación particular en la que vive Argentina, corresponde hacerse dos preguntas: ¿Unas 15 usinas como las dos que se construyeron en Campana y en Timbúes no hubieran sido una mejor alternativa? ¿Tal vez diez gasoductos del Nordeste, obra anunciada una decena de veces y nunca empezada que podría terminar para siempre con la escasez de fluido? La respuesta es inobjetable, pero mejor será hoy tener presentes estas cifras y estos ejemplos para cuando empiecen a llegar las facturas más caras tras la reducción de subsidios aplicada por la Casa Rosada. El tema hizo explotar al ministerio de Planificación, al igual que en noviembre de 2008, cuando se anunció la medida y se argumentó que sólo alcanzaba a esos que usan el gas para calefaccionar sus piletas, en aquel momento el ministro defendió el descongelamiento con el mismo énfasis que meses antes había usado para rechazarlo. Existen diferencias conceptuales entre los aumentos tarifarios que reclaman desde 2002 las corporaciones y la decisión gubernamental que impactará en las próximas facturas. La más elemental de todas, es que las alzas que pagarán los usuarios no irán a las empresas proveedoras de servicios públicos, sino al fondo que el Gobierno utiliza para financiar las importaciones de electricidad y combustibles líquidos más caros que los locales, operaciones cada vez más crecientes y derivadas de no haber incentivado la producción nacional. El kirchnerismo ha hecho, con la energía, una curiosa sustitución de exportaciones. Es decir que el cliente no estará pagando el producto que compra, sino por las consecuencias de una política que fracasó si es que se proponía incentivar el abastecimiento a través de la inversión.

Una especie de colecta para pagar un precio mayor y tener una producción de luz y gas cada vez más exigua. Cualquier distraído podría entender, que lo que hará el Gobierno no es otra cosa que reemplazar su esfuerzo económico por el de los consumidores de gas. Pero la verdad es que las cosas no son así, el dinero de los subsidios provenía ya de los bolsillos de esos contribuyentes. Por supuesto, hay quienes no estarán disgustados con el esquema de compras crecientes a Venezuela, Bolivia, Brasil, Paraguay o Trinidad y Tobago. Además de Hugo Chávez o Evo Morales, importadores argentinos de gas natural licuado como YPF o Diligentia SA, la nueva compañía energética de Roberto Dromi, el artífice jurídico de las privatizaciones de los 90, convertido ahora en empresario energético. Las vueltas de la vida no, "Yo estudié con sus libros", le dijo años atrás a Dromi Alessandra Minnicelli, la mujer de De Vido, Lali, como la conocen en el Gobierno, es ahora consejera jurídica de la presidenta Cristina Kirchner. Dromi, una eminencia del derecho administrativo, tiene clientes que espantarían a cualquier kirchnerista convencido, tiene dos grandes clientes, uno es el grupo Clarín y el otro es la Iglesia. En cuanto al cardenal Jorge Bergoglio, su contacto con Dromi es a través de la Universidad del Salvador el abogado es el director de la Escuela de Posgrado Ciudad Argentina (Epoca) de esa casa de estudios. Afinidades aparte, la caída de la inversión y la oferta tienen ya consecuencias importantes. Tal vez no tan escarmentadoras como el apagón del invierno de 2007, cuando la industria tuvo que someterse, durante 69 días seguidos, a cortes rotativos de electricidad durante ocho horas diarias. Ese mal trago sobrevoló la última discusión de la cúpula de la Unión Industrial Argentina (UIA) cuando uno de sus miembros argumentó que el Gobierno había hecho esta vez una elección exactamente opuesta a la de Raúl Alfonsín en la crisis del fin de su gestión. Esta gente eligió que el costo lo pagara la producción, no los hogares. Una vez más, el olfato no engaña a Kirchner. Conquistar al electorado de clase media puede llevar años. Para unos cuantos empresarios basta con un par de horas.

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