agosto 12, 2010

Los problemas del sector energético, parte II

Julio De Vido afirmó que finalmente está asegurada la energía tanto de gas como de la luz para el sector residencial y el industrial, en respuesta a las quejas de los industriales por los cortes de suministro de gas. El ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, descartó que se vayan a producir cortes de energía y así como si nada hubiera ocurrido dijo muy alegremente que si no hubieron cortes hasta ahora, no iban a haber de ahora en adelante. El ministro fundamentó esta aseveración en que durante la segunda mitad de julio se produjo un récord de bajas temperaturas en todo el país incluso con nevadas en la mayoría de las provincias y según el no hubo problemas de suministro lo cual por supuesto es mentira. ¿Por qué es mentira?
Sólo a 35 kilómetros de la Capital Federal, en pleno Florencio Varela, hay poco gas natural. La famosa garrafa social de 10 kilos, cuyo precio oficial es de $16, se vende por arriba de $25. Los compradores ni chistan y pagan lo que les piden, hay que pasar el invierno. Aluar, Acindar, Siderar, Siderca y cuanto gran consumidor de gas o electricidad haya en el país reciben llamadas del Gobierno. ¿La orden? Consumir menos, en momentos en los que todos demandan al sistema energético. Por otro lado, pueden verse alrededor de 80 camiones por día que se turnan para descargar gasoil en la central térmica General Belgrano, en la zona de Campana. Van y vienen desde el puerto de Zárate, donde están los tanques de almacenamiento. No hay gas suficiente por los gasoductos que llegan a la central y hay que recurrir a combustibles alternativos. Así transcurren los días, sean de frío o de calor, en la Argentina, esa es la verdad y no la que plantea el ministro De Vido. La energía no alcanza para todos cuando la temperatura juega su rol, frio o calor. No hay manera de calefaccionar o refrigerar a más de 40 millones de argentinos juntos y, mientras tanto, hacer funcionar a la industria. O una cosa u otra. Y se han destinado miles de millones para atenuar la crisis. Los números son sorprendentes.

El 1° de enero de 2004, el Gobierno empezó a subsidiar la energía, desde aquel entonces se han gastado $53.744 millones. ¿Qué significa esta cifra? Que desde 2004, se gastan $254 por segundo; cada seis, se va un sueldo mínimo y cada 60, la billetera oficial destina $15.277 para que no se apaguen las bombitas y las hornallas. Las cifras, no son invento, están a la vista en los informes de ejecución presupuestaria que publica la Asociación Argentina de Presupuesto (ASAP), que a su vez, se elaboran con los datos que publica en Ministerio de Economía. Sólo para ilustrar bien valen algunas comparaciones, para afrontar el pago de la Asignación Universal por Hijo en un año, se necesitan, $8000 millones, el presupuesto del Ministerio de Educación para este año es de $15.612 millones, dos ejemplos que están muy lejos de los $53.744 millones que se fueron en subsidios desde 2004 ¿Qué ha sucedido para que la energía se convierta en un problema de esta magnitud? La respuesta es una palabra, exploración. Sin que se perforen nuevos pozos, sean de gas o de petróleo, no habrá nuevos descubrimientos. Y sin descubrimientos, jamás se podrán reponer las reservas que se consumen. Y si no hay reservas, no habrá energía. Entender por qué la Argentina no puede abastecer su demanda de energía en días de mucho calor o frío es sencillo, según los datos del Instituto Argentino de Energía General Mosconi, la inversión en exploración realizada en los últimos 30 años muestra una caída que no puede ser disimulada y que explica la situación en materia de reservas. En la década de 2000 se agotaron 484 pozos de exploración, menos de la mitad de los terminados en los 90, y con una disminución aún mayor respecto de los de la década del 80. Otra manera de medir la declinación energética, es por ejemplo, el dinero que se necesita para mantener el sistema. En 2004, los subsidios al sector fueron de $418 millones; en 2009, llegaron a $16.077 millones. ¿A qué se debe la diferencia?, a la necesidad de comprar combustibles y a la decisión del Gobierno de no aumentar las tarifas y hacerse cargo de la diferencia que existe entre lo que cuesta generar energía y lo que paga el usuario. Y lo que no pagamos como usuarios, lo pagamos en impuestos.

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