marzo 28, 2011

Amor y odio

La relación de Cristina Kirchner y Obama es la historia de un amor no correspondido. La admiración por el líder demócrata, a quien la Casa Rosada evaluó con la agudeza de la política doméstica, viró hacia una sensación incontenible de despecho frente a desaires que resultaron incomprensibles para la lógica kirchnerista. Por eso la relación de Cristina Kirchner y Obama es como una historia de amor no correspondido. El triunfo de Obama, luego de ocho años de gobierno republicano, fue interpretado por los Kirchner como un buen punto de partida para recomponer las relaciones con Estados Unidos, después de la administración de George W. Bush, al que despreciaban y se lo habían hecho saber en público con el destrato en la cumbre de las Américas en Mar del Plata, en 2005. En ese tiempo de calamidades en Irak parecía gratuito zamarrear al líder visitante que había ordenado la invasión militar en el Golfo Pérsico. Aun así en 2003, cuando Néstor Kirchner acababa de asumir la Presidencia, Bush lo recibió en Washington de inmediato. Fue un fuerte gesto que contrastó con la frialdad con la que Washington había tratado al presidente saliente, Eduardo Duhalde.

Pero en Washington ese hecho fue registrado como una afrenta a los Estados Unidos, y al pueblo norteamericano. Las dos caras contradictorias del Gobierno frente a los Estados Unidos y, en particular, de la Presidenta. Una privada, que transmite la fascinación por ese país, su estilo de vida y su cultura política, y otra pública, crítica y mordaz, expuesta por lo general en tribunas sedientas de definiciones que destaquen el perfil antisistema del kirchnerismo, un alimento populista para el alboroto militante. Las consecuencias de aquel gesto, épico en la historia kirchnerista, se extendió al gobierno demócrata, de Obama porque Washington no olvida. La búsqueda de un puente con la Casa Blanca de Obama quedó demostrada con los insistentes pedidos privados de medio gabinete de Cristina Kirchner hacia sus interlocutores de Estados Unidos para que el entonces flamante presidente norteamericano recibiera a la mandataria argentina. Los pedidos, casi un ruego privado, para un encuentro a solas con Obama se convirtieron en una obsesión y conseguir la foto con el líder norteamericano se transformó en política de Estado. Las críticas de Cristina Kirchner a Hugo Chávez en una reunión reservada con el embajador Earl Anthony Wayne, los elogios a la cultura norteamericana y las expresiones de admiración hacia Obama se inscriben en ese intento por modificar el clima de confrontación pública con la Casa Blanca, sobre todo a partir del escándalo del caso de la valija de Guido Antonini Wilson con 790.000 dólares, incautada en 2007 en el Aeroparque.

En Estados Unidos siempre se sospechó, a partir de investigaciones del FBI, que eran fondos para la campaña electoral kirchnerista. El 27 de mayo de 2009, Wayne relato a Washington, que a puertas cerradas en su despacho de la Casa Rosada y sin más testigos que ella misma y el que iba a despedirse antes de marcharse a Afganistán, la presidenta Cristina Kirchner habló sin tapujos. Criticó a su colega venezolano, Hugo Chávez, por hablar sin pensar antes, defendió y elogió al presidente Barack Obama e insistió en que quería mantener relaciones más estrechas con Estados Unidos. Pero Obama eligió a otros líderes de la región como interlocutores. Y de los elogios privados y públicos, la mandataria pasó a las críticas. No sé si Obama habrá leído a Perón, pero déjenme decirles que se le parece mucho, dijo en febrero de 2009, en pleno pico de la Obama manía, y lanzó elogios a su esfuerzo por fortalecer la diplomacia internacional cuando se le otorgó el Nobel de la Paz. Pero en febrero del año pasado, cuando la Argentina no quedo dentro de la agenda y menos dentro de las prioridades de Estados Unidos, lo atacó nuevamente ya que no cumplió con las expectativas de la mandataria.

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