diciembre 21, 2011

El parate del consumo

Hay un motor que mueve la rueda de la economía argentina y que en los últimos años funcionó como el más afinado, y propulsó un buen ritmo de crecimiento. El consumo, si, que en 2003 explicaba 66% del crecimiento del producto bruto interno y actualmente es responsable de 72,4% de ese indicador. Pero ha comenzado a fallar y se hace evidente que ya no podrá sostener el vertiginoso crecimiento. En lo que va de 2011 subió 8,2%, y se estima que el año próximo deberá hacerlo a menos de la mitad de esa velocidad, justo en este momento cuando la presidenta Cristina Kirchner, insiste en mantener el pilar del modelo kirchnerista. Inclusive pidió a los empresarios que ajusten sus costos para no complicar el consumo, pero en estos tiempos en que las condiciones ya no son las mismas que en el pasado reciente, ¿se puede exigir aún más de este motor? La respuesta es simple, la posibilidad de impulsar el consumo al ritmo de los últimos años, con una tasa de interés de la mitad de la inflación, sencillamente no está más. Aunque el consumo pueda seguir creciendo, lo hará a ritmo bastante más lento, tal vez a una tasa de 3,5% para 2012. Existe una diferencia entre bienes durables, más sensibles al ciclo económico, y los no durables. Los primeros exhibirán una desaceleración, pero los otros no ya que hasta ahora hubo dos anclas para sostener una política de consumo febril y una economía con tasas de crecimiento de 8% anual.

El tipo de cambio fijo, y los subsidios que plancharon las tarifas de los servicios públicos. Las dos ya dieron señales de agotamiento, la fuga récord de divisas que llevó a imponer controles cambiarios, y el recorte de los subsidios que muestra la incapacidad para seguir financiarlos. A mediados de este año utilizando la base de datos oficiales del Indec, mostraba un país en el que el crédito en cuotas con tarjetas crecía 24% anual, el patentamiento de automóviles 26%, las ventas en supermercados, 3%, y la facturación en shoppings, 9%. La imagen que se prevé para 2012 es otra, lo más probable sería una desaceleración del PBI y del consumo, debido a un peor contexto externo, a un ajuste fiscal procíclico vía aumento de tarifas, y una tasa de interés menos negativa en términos reales. Si bien los recortes a los subsidios son por ahora más anuncios que otra cosa, cualquier rebaja afectará el consumo, porque impacta en los ingresos de los usuarios, que destinarán a gas, electricidad y transporte parte de lo que volcaban a sus compras. ¿Se puede evitar ese costo?, es imposible si la quita es de golpe, pero si se hubiera instrumentado gradualmente se la hubiese podido compensar con racionalidad fiscal, tipo de cambio que se mueva poco y un menor gasto público. Lo que está claro es que, fomentar el consumo en un escenario como el actual, tendrá como consecuencia más inflación, porque la demanda no hallará, al menos a corto plazo, una oferta que pueda satisfacerla y porque a diferencia del 2003, ya no queda capacidad ociosa en las fábricas.

En este contexto, fomentar mucho crecimiento del gasto interno, del que fuere, redundara en suba de precios. La encrucijada para la Presidenta, que pide que se consuma más, aunque toma medidas que recortan la capacidad de compra, es que si se corta el consumo, automáticamente se cae todo el sistema que sustentó el crecimiento. Por ejemplo, una de las cajas que se resentiría sería la de los fideicomisos, que se alimentan del boom del consumo. Las principales casas de electrodomésticos del país, los grandes jugadores del mercado de créditos de consumo han usado este instrumento para financiarse. Se trata de todo un andamiaje que puede sufrir, si se agudizan las variables que recortan el consumo, como, por ejemplo, el aumento de las tasas de interés, al que apelarán los bancos para evitar que los clientes dolaricen sus carteras. Con rendimientos más altos por tener su dinero en depósitos bancarios, la gente consumirá menos y ahorrará más. La tasa Badlar, referencia para depósitos superiores a $1 millón, ya escaló del 11 al 19% este año. La suba de la tasa en pesos hace pensar que difícilmente vuelvan las financiaciones a 24 y 36 meses, que hubo hasta hace poco. Las promociones conjuntas entre bancos e hipermercados o cadenas de electrodomésticos no ven expectativas, en las condiciones actuales, de que vuelvan los plazos más largos.

Por el lado de los salarios no se vislumbran buenas perspectivas, ya que se estima que el año próximo aumentarán en promedio 18%, seis puntos por debajo de 2011. Si ante este freno a los ingresos igual se insiste en el consumo sin pagar con inflación, lo que aumentarán serán las importaciones. No parece buen momento para una suba de las compras al exterior, justo en tiempos cuando la cuenta corriente ya está en cero y la gran fuente de financiamiento, que hasta aquí fue la exportación de commodities agroalimentarias, no da signos de mejorar en 2012. Ante esto, lo que queda es fomentar la inversión para aumentar la capacidad instalada y, a mediano plazo, incrementar la oferta. Claro que ese mediano plazo transcurriría con un consumo más calmo, para dar tiempo a que maduren esas inversiones sin presiones inflacionarias. No conviene profundizar el modelo sustentado en el consumo, sino ir hacia un esquema liderado por la inversión, pero los impulsores de la inversión desde 2003 fueron el crecimiento de la economía local, en medio de un mundo que no estaba tan bien, y algunas fortalezas macroeconómicas que exhibía el país, pero hoy esas fortalezas ya no están. El crédito externo sería una opción para seguir alimentando el motor del consumo, pero sin un acuerdo con el Club de París las posibilidades son escasas.

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