febrero 03, 2012

Restricciones de todo tipo

Existe una vieja idea, enterrada hasta por las modernas izquierdas de la región, que es aquella del modelo de sustitución de importaciones y la verdad es que estos conceptos no solo no han vuelto a reflotar en el mundo, sino que han desaparecido, han muerto. Por eso, estas decisiones de control excesivo en 2012 son realmente inéditas. Se trata de un proceso irreversible al cual sólo le cabe profundizarlo, nos encontramos así frente a un nuevo paquete de medidas de supuesto carácter estratégico, y para los tiempos que corren hasta pueden confundirse como parte del resguardo frente al proteccionismo general que se deriva de la crisis internacional. De allí se llega obviamente al concepto popular de la salvaguardia del trabajo de los argentinos, que el gobierno usa para su propio provecho. Hoy la libertad de cambios y de comercio ha dejado de ser una variable donde decide la gente común, desde ahora decide el Gobierno. Esta es la ecuación que manda, derivada de un proceso de desconfianza que hizo salir US$75.000 millones del país en 52 meses.

Dado este diagnóstico, está claro que el conjunto de medidas cambiarias no sólo no recuperan la desconfianza, sino que la profundizan. De allí la irreversibilidad del proceso, y solo pueden esperarse más decisiones de control adicionales, propias y hasta lógicas de la argentina de los años 70 y los 80. Por lo tanto, esta decisión, ahora formal en materia de importación se inscribe dentro de la lógica de las medidas más relevantes de la administración nacional en los últimos tiempos en materia macroeconómica, junto con la que fue la madre de todas estas medidas, la vuelta al control de cambios el 31 de octubre de 2011. Ese fue el verdadero eje, que comenzó a cambiar todo en materia de política económica, más allá de la magnitud mediática que tuvo la eventual reducción de subsidios a algunos servicios públicos. Se trata específicamente de lo siguiente, lograr balancear la cuenta de la oferta neta de divisas que ingresa en el mercado oficial de cambios, el saldo del comercio exterior más el financiamiento comercial, más la inversión extranjera directa, menos el pago de utilidades y dividendos, más los servicios netos del sector privado, más otros servicios reales netos, turismo y viajes privados; su resultante tiene que ser un número tal que alcance para pagar la deuda en dólares del sector público.

Esto es así dado que el Gobierno no toma nuevo financiamiento por capital. Si en el mercado de cambios ese número supera lo que hay que pagar, subirán las reservas. A lo sumo se podrán vender algunos dólares a la gente para ahorro y por supuesto solo a los que les dan impositivamente los números. Desde ya, lo máximo que puede ocurrir en un principio es que las reservas del Banco Central no caigan. Ahora, si en este proceso se requieren mayores prohibiciones, las habrá. En números, suponiendo que aquella medida del 31 de octubre congelara o llevara casi a cero cualquier ingreso neto positivo de capitales o financiamiento genuino a la Argentina, la oferta de dólares neta quedaría reducida a lo que dé el comercio exterior, es decir, el resultado de la balanza comercial, las exportaciones menos las importaciones, que no pueden dar menos de US$10.000 millones en el año suficientes para pagar solo los servicios de intereses de la deuda por entre 8000 y 9000 millones. El resto de operaciones netas deberían dar, en el mejor de los mundos, cero. El control de cambios sobrevino justamente por esta causa los números de la balanza no cerraban, y el central perdía reservas para frenar corridas.

Los vencimientos de deuda, aun los privados, por ahora están fuera de discusión, porque eso ya sería default. Casi todo esto que está relacionado con cuánto va a dar la cosecha, con la incógnita de si lloverá o no y de cómo serán los precios internacionales de los commodities, ya que mal que le pese a la presidenta el producto del campo, o los agrodólares han sido la columna vertebral de su modelo. Pero ahora lo que se está jugando es el grado de restricciones adicionales que va a tener la macroeconomía. Desde ya que tasas de crecimiento importantes dejaran poco margen para el racionamiento de las importaciones. Pero todo lo que no se logre por exportaciones y otros ingresos derivados se verá reflejado en más restricciones a las importaciones. Por supuesto, las consecuencias económicas en las personas van a ser diferentes en cuanto a la disponibilidad de bienes, y a la libertad de comercio, en concreto sobre la calidad de vida de toda la ciudadanía.

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