marzo 15, 2012

De las restricciones

No se puede negar que una política de sustitución de importaciones, que proteja a la industria nacional, que genere empleos y que tienda al desarrollo del país es deseable y bienvenida. El problema se da cuando esta política se ejecuta en forma compulsiva para alcanzar un único fin, el de evitar la salida de divisas. Una política de este tipo debería abarcar una planificación y un análisis sector por sector, que permita puntualizar para cada área productiva una serie de medidas específicas. Con las medidas actuales, pronto las falencias de nuestra producción local revelara la falta de inversiones y de planificación coordinada entre el sector público y el privado. Aparte debe considerarse que la Argentina no se encuentra descolgada del mundo y especialmente de sus países vecinos a través Mercosur. Una política de sustitución de las importaciones debe primeramente atender a estas circunstancias globales. Pero la política comercial está haciendo foco con mayor intensidad en los sectores que tienen una menor integración local, es decir, en aquellos que utilizan una mayor proporción de insumos o productos importados en el desarrollo de su actividad. Los principales sectores a los que se demanda la sustitución de importaciones, un aumento de integración de partes e insumos locales, un incremento de inversiones y un aumento de competitividad, son, el automotriz, el de bienes de capital, el de electrónicos, el de combustibles, el de agroquímicos y el de los medicamentos.

Se trata de los sectores que explican, aproximadamente, el 80% de los saldos deficitarios que presionan sobre la balanza comercial. Pero, al mismo tiempo, como en el caso de la industria automotriz, también se trata de los sectores que explican la mayor parte del crecimiento total de la industria nacional en los últimos años. Por lo tanto, será difícil esperar que no haya una caída en el crecimiento industrial, al menos en el corto plazo. Obviamente, ésos son los sectores que presentan una balanza comercial más deficitaria y, por lo tanto, se encuentran en la mira de un gobierno nacional que busca evitar a toda costa la salida de dólares. Para sumar a las ya existentes debilidades de la industria y la producción nacional en general, las nuevas restricciones a las importaciones tendrán un único final que será de a poco, pero al final quedarán desnudas. Otra de las formas en la que esta política de restricciones a la importación devela las fragilidades del entramado productivo nacional viene dada porque las nuevas medidas incluyen también la demanda de una mayor competitividad a aquellos sectores que en los últimos años crecieron, o se recuperaron, al amparo del freno a las importaciones de productos finales. Como es obvio, para dar por cumplida esa demanda de competitividad se requiere disminuir o evitar el desequilibrio que provocan en sus balanzas comerciales las importaciones de bienes intermedios, que son por demás necesarios en su cadena productiva.

En este sentido, uno de los casos testigo como ningún otro, es el de Tierra del Fuego. Y esto es porque que con el aumento de la producción local en la isla patagónica, si bien se logró una caída en las importaciones de bienes finales de aparatos electrónicos, se produjo paralelamente un aumento superior de componentes importados que no permitió mostrar un saneamiento de la balanza comercial. Lo que además se suma a la falta de precios competitivos de dichos bienes en mercado local. Por lo tanto, en este caso puntual, el requerimiento de una mayor competitividad se convierte en una espada de Damocles para la propia industria. Ya que si bien se puede pretender que eventualmente la producción local pueda proveer los productos intermedios necesarios, el gran problema es cuándo lo podrá hacer, de nada sirve que esto sea en 5, 10 o 20 años, ya que esto resultaría tan perjudicial para la productividad y la protección de los empleos, como la importación misma de los bienes terminados. Hasta ahora, a casi dos meses de instalados los nuevos requerimientos, las operaciones de importación "observadas", es decir que fueron detenidas en las aduanas, llegarían hasta el 20% del total desde la presentación de la Declaración Jurada Anticipada de Importaciones (DJAI). Pero a medida que se fueron agotando los stocks de los insumos importados que son necesarios para trabajar, la capacidad de producción que estaba a tope en muchos de los sectores estratégicos para la economía se fue convirtiendo nuevamente en capacidad ociosa. Así se ha ido descubriendo cuáles y cuántos de los bienes importados son posibles de sustituir y con cuáles la falta de stock significa una amenaza para la misma producción nacional, la que según el discurso oficial, se busca defender.

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