mayo 07, 2012

Repsol, YPF III

Hoy con la expropiación consumada, y nombrado el nuevo director de la nacionalizada YPF que entrará en funciones el próximo día lunes bueno sería repasar lo que fue el anuncio de la nacionalización y los motivos esgrimidos por la Presidenta de la nación. Sin importar el motivo con el que fueron utilizadas, ya sea para responsabilizar y condenar la gestión de Repsol en YPF o acusar a la española del vaciamiento, las cifras que la Presidenta desplegó fueron algo más que llamativas. Sin duda estas cifras golpean directo al corazón del kirchnerismo, ya que buena parte del descalabro ocurrió durante los casi nueve años de su gestión, y lo que es peor, a la vista de los funcionarios y sin que el gobierno interviniera al menos en sus funciones de control y regulación. Han pasado por lo menos siete años desde que algunos especialistas presentaron el primer informe en el que alertaron sobre los problemas que se venían y la necesidad de incentivar inversiones. En lugar de tomarlos en cuenta, se los llamó “los agoreros de siempre”. Pero Cristina Kirchner se asombraba por cadena nacional del salto brutal del 100 % que el año pasado se había pagado en concepto de importaciones energéticas, y exactamente un 110 % respecto de 2010, según datos oficiales del INDEC.

Y considerando que se trata de estadísticas oficiales, las cuales nunca serán creíbles, recurriendo a los números reales se puede advertir que en 2010 ya habían crecido un 69 %. Así de la misma manera es posible reparar en que, salvo por la recesión de 2009 la factura energética siempre fue en aumento hasta llegar a un 1.600 %. Desde 2003 las compras pasaron de US$548 millones a nada menos que US$9.397 millones. Nos hemos convertido en importadores netos de gas y petróleo, afirmaba Cristina que aparentaba no salir de su asombro. En 2011 la Argentina acusó un déficit de US$2.931 millones en el balance comercial energético. Lo cierto es que nada sucede de un día para el otro, ni el avance de las importaciones, ni el desequilibrio en la balanza energética. Según los datos del INDEC en 2003, el país no tenía déficit energético, sino un superávit de US$4.864 millones. La conclusión es que la Argentina perdió el autoabastecimiento energético y se transformó en un país dependiente del exterior. Debe traer de afuera lo que aquí falta, gas natural y licuado, gasoil y fuel oil. Todo caro, para abastecer la demanda interna y mantener en funcionamiento las centrales térmicas. Por esta limitación, omitida en el discurso oficial, en 2012 la Argentina deberá seguir importando en cantidades por unos US$14.000 millones, según algunos cálculos preliminares.

Y aunque el Gobierno alegue que lo hace con la intención de sostener la actividad económica, también cabe la lectura inversa, la ausencia de esos recursos le pegaría de lleno a la producción. Los números abruman, pero sirven para describir el trayecto y el punto al que se ha arribado. Entre 2001 y 2010, las reservas comprobadas de gas cayeron un 53 %, y las de petróleo bajaron 12 %. La ecuación implica una pérdida notable de riqueza. No sólo se ha estrechado el horizonte en dos insumos que representan cerca del 90 % de la matriz energética nacional. El correlato fue que la producción de petróleo viene en picada desde 1998 y la del gas, a partir de 2004. La misma regla vale para otra denuncia de la Presidente, que dijo que de 1999 a 2011, las utilidades netas de YPF ascendieron a US$16.450 millones y que distribuyó dividendos entre sus accionistas por US$ 13.246 millones. ¿Cómo recién ahora descubren que una situación semejante estaba pasando? Más aún, en 2008 Néstor Kirchner bendijo un contrato entre Repsol y su por entonces nuevo socio, el grupo Eskenazi, que garantizaba una transferencia de dividendos equivalentes al  90% de las ganancias de la compañía.

Gracias a ese arreglo, entre 2008 y 2010 el reparto de dividendos duplicó largamente las utilidades, salió muchísima más plata que las propias ganancias y, de paso, la empresa fue descapitalizada. Por último, algo que no es novedad es que la producción de hidrocarburos depende de las reservas comprobadas, no de las potenciales, y aunque la Argentina dispone de enormes recursos de gas no convencionales, apenas superados en el mundo por los de China y Estados Unidos. Claro, transformar estos recursos en reservas comprobadas requiere de inversiones de millones de dólares anuales, y desde luego para eso hace falta contar con una verdadera política energética. Por ello no basta con tomar el control del 51 % de YPF, ni denunciar para los desinformados las maniobras de Repsol, omitiendo la complicidad en las mismas. La novedad no es la crisis energética, negada sistemáticamente por el Gobierno y a la vista en los cortes a industrias y hasta a casas de familia. El caso es que todo coincide con la escasez de divisas, que derivó en el cepo cambiario y en el corte a la importación de bienes e insumos.

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