mayo 04, 2012

Repsol, YPF

Para ocultar realidades, pero solo por un tiempo nada mas ya que había que quitar de la tapa de los matutinos los serios problemas por los que atraviesa la Argentina, la mejor idea tal como lo entendieron muchos medios del mundo se le ocurrió a Cristina Kirchner que se envolvió en la bandera argentina para anunciar que YPF estaba otra vez en manos del Estado, y la fervorosa reacción de los muchísimos desinformados que viven en este vendito país, y apoyan a este gobierno fue lógica, pocas consignas movilizan más la emotividad nacionalista de la gente que las gestas patrióticas. En esta particular ocasión, el motivo de exaltación podría considerarse doble, ya que no sólo lo privado se vuelve público, sino que también recuperamos una de las joyas de la abuela, o por decirlo de otra manera lo extranjero se convierte en nacional y popular. La expropiación de YPF refuerza una idea muy arraigada y muy discutible, que es esta equivocada concepción de que el progreso social de un país está atado a la posesión de recursos naturales, sin importar si los mismos se explotan o no. Esta estupidez colectiva nubla la razón al punto de entender que la situación sería comparable, “para quienes la bendicen”, con la recuperación de la soberanía sobre las islas Malvinas.

La Presidenta que no quiere dar puntada sin hilo ha dado este paso en momentos en los que la economía Argentina viene dando graves señales de agotamiento, igual que su figura. Sin embargo, sería conveniente no dejarse embaucar por esta trampa retórica, ya que si hacemos un poco de memoria Cristina Kirchner avaló con creces la privatización de YPF en los años 90, y fue el secretario general de presidencia, Oscar Parrilli, quien la defendió en la Cámara de Diputados en 1992, cuando decía que la transformación de YPF en una empresa privada daría oxígeno al gobierno por aquel entonces de Carlos Menem. No sorprende que estos actores de revolución de izquierda no recuerden, y se contradigan al cabo de dos décadas cuando que el discurso que Cristina Kirchner pronunció no resiste los archivos de seis meses atrás. Según parece esta gente acaba de desembarcar en el gobierno y la gestión energética que ella y su esposo lideraron durante los últimos nueve años es una herencia macabra que debe ser abandonada. El kirchnerismo ya tenía una empresa del Estado, lo que todavía no habían descubierto para entonces era la soberanía nacional. Enarsa la compañía estatal que creó Néstor Kirchner, que desde hace nueve años tiene la exclusividad de las exploraciones off shore y no se le conoce un solo trabajo, eso sí, se dedicó a importar combustibles.
Sólo en este país un mandatario puede autoincriminarse sin remordimiento alguno, como lo hizo la Presidenta, al explicar la caída en la producción de petróleo y gas que se registra durante su administración, utilizando una falacia que reduce las causas de la escasez de hidrocarburos sólo a la falta de inversiones de YPF. Entre otras cosas aparte de la desinversión, el desabastecimiento energético se debe a que la gestión del Gobierno desalentó la producción, y el insuficiente compromiso de la petrolera fue un capítulo de esa gestión, presentado como el motivo de la argentinización de YPF. En la lógica kirchnerista hubo dos pilares fundamentales, el congelamiento de las tarifas energéticas y los subsidios. Mientras al productor local de gas se le reconocieron US$2 por millón de BTU, al de Bolivia se lo remuneraba con US$10, y al de Qatar, con US$15 una ecuación imposible razón por la cual se dispararon las importaciones de combustibles hasta sumas que el gobierno ya no puede pagar. Los Kirchner lo hicieron, la Presidenta y su esposo forzaron el ingreso de la familia Eskenazi en una privatización que ahora forma parte de esa herencia maldita que el kirchnerismo recibió de sí mismo. Los Eskenazi, expertos en el mundo del petróleo, pagaron el 25% de YPF con futuros dividendos de la privatizada. El método implicaba la desviación de recursos productivos al pago de la deuda.

Fue toda una trama ideada por Néstor Kirchner, quien además colocó a sus amigos al frente de la gestión de la empresa. Hoy el proyecto establece la estatización del 51% de las acciones de Repsol, pero no el 25% de los Eskenazi que seguirán siendo accionistas. Salvo que no puedan saldar sus compromisos, en cuyo caso su parte pasaría al poder de los bancos y de Repsol, que los financiaron. Este mes tienen un vencimiento por US$500 millones. ¿Les permitirán Julio De Vido y Axel Kicillof afrontarlo con dividendos? De todos modos Repsol aprovechó las ventajas otorgadas a los Eskenazi para girar millones en dividendos a su casa matriz en España. Será interesante comprobar cómo, con la misma política de precios, De Vido y Kicillof consiguen producir más petróleo y gas que los privados. Salvo que su intención sea utilizar recursos de YPF para pagar las importaciones de combustibles, que este año representan US$14.000 millones. De ser así, el objetivo de la patriada sería solo el de cubrir un agujero fiscal. Recordemos como ejemplo que durante los años en que manejó las finanzas de Aerolíneas, Kicillof no pudo presentar un solo balance. Y fue necesario que el Estado lo auxiliara con un 50% más que lo que él mismo le pedía en cada presupuesto. Evidentemente Axel no está a la altura de las circunstancias.

No hay comentarios.: