agosto 10, 2012

Estadísticas

Mientras el aparato de medios del Gobierno multiplica los titulares en los que se lee una noticia digna de este maravilloso país llamado Argentina, y el diario Tiempo Argentino titula; "La pobreza se redujo al nivel más bajo en los últimos treinta años", citando cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). El Observatorio de la Deuda Social (un centro de estudios e investigación dependiente de la Universidad Católica Argentina), aportaba su granito de arena al debate con la presentación de su propio informe sobre esa realidad social nacional. Un grano bastante más oscuro, por cierto. Pero no ya sólo porque cada cifra allí consignada multiplica varias veces la cantidad de personas y hogares en situación de pobreza, sino también porque pone el foco en un dato que todos los gobiernos se han encargado de esconder, la persistencia de un núcleo irreductible de pobreza, si, aquí en el país donde podríamos dar de comer a más de 320 millones de personas, no sólo hay quienes comen poco y salteado, sino que hay también otros. Esos que superada la instancia de la mera supervivencia enfrentan males peores. Se enferman, y son abandonados por hospitales sin medicamentos y no pueden ver más allá de mañana, son aquellos a los que el sistema nunca ha sabido bien dónde acomodar los pobres crónicos, estructurales, esos que permanecen.

El Indec publico en junio de 2012 que una familia de cuatro miembros comió, se vistió, se educó y hasta paseó por $1507 para quedar por encima de la línea de la pobreza, pero aquí en el planeta tierra, en cambio, la realidad es otra y se necesita el doble de ese dinero para hacer esas mismas cosas. Pero el número de pobres es enorme, hoy el número de personas en esa situación asciende a 4.000.000 según los datos del Barómetro de la Deuda Social Argentina. ¿Por qué entonces más allá de la reactivación del sistema productivo, del alegado crecimiento a "tasas chinas" durante varios años, más allá de los planes de transferencia de recursos y hasta de un insistente discurso a favor de "la equidad" la marea de desplazados sociales persiste? ¿Por qué nada de todo lo que se dice haber hecho ha logrado sacarlos del infierno en donde están? Si lo que se mide es el ingreso de las familias y se constata que éste aumenta debe tenerse en cuenta que la inflación termina licuando ese incremento, así hasta el concepto de pobreza cambia a tal punto de hacer que la pobreza pase de la mera carencia económica que si bien no es un dato menor no da verdadera cuenta del fenómeno, es decir, comer todos los días no implica no ser pobre; es, como mucho, ser un sobreviviente. Pero al ritmo que según la estadística oficial caen las tasas de pobreza e indigencia dentro de poco asistiremos al surgimiento de un fenómeno asombroso, el de los pobres sin pobreza gente que ha logrado subsistir con lo mínimo, gente que desaparecerá de las estadísticas pero que seguirán haciéndose la madre de todas las preguntas; ¿por qué, mientras el aparato productivo funciona y el consumo se recupera, la mejora no es para todos y todas?

Una respuesta para esta pregunta podría ser que la pobreza estructural no cede porque tiene que ver, en parte, con el mercado de trabajo en tanto el modelo económico no ha logrado generar un proceso de inclusión del sector informal de la economía y porque para una parte importante de esta población hay una cultura de la marginalidad, instalada desde hace años y que hace muy difícil su incorporación a los formatos de empleo tradicionales. Y por otra parte la economía argentina no ha sido capaz, hasta ahora, de generar nuevos empleos o formas de empleo alternativas para que los sectores informales se puedan incorporar a una actividad regular y productiva. Algo parecido es lo que sucede con el déficit habitacional de los pobres crónicos que por cierto están muy lejos de acceder a una casa digna, con todo lo que ello implica. Por más que se hayan construido cientos de miles de viviendas sociales, la oferta no llega a compensar nunca la demanda y así se ve en el crecimiento de los asentamientos donde los invisibles se vuelven visibles con sólo mirar las villas. El punto es, otra vez la mirada, o se mira, o bien se oculta con falsas estadísticas.

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