Mientras el aparato de medios del Gobierno
multiplica los titulares en los que se lee una noticia digna de este
maravilloso país llamado Argentina, y el diario Tiempo Argentino titula;
"La pobreza se redujo al nivel más bajo en los últimos treinta años",
citando cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). El Observatorio
de la Deuda Social (un centro de estudios e investigación dependiente de la
Universidad Católica Argentina), aportaba su granito de arena al debate con la
presentación de su propio informe sobre esa realidad social nacional. Un grano
bastante más oscuro, por cierto. Pero no ya sólo porque cada cifra allí
consignada multiplica varias veces la cantidad de personas y hogares en
situación de pobreza, sino también porque pone el foco en un dato que todos los
gobiernos se han encargado de esconder, la persistencia de un núcleo
irreductible de pobreza, si, aquí en el país donde podríamos dar de comer a más
de 320 millones de personas, no sólo hay quienes comen poco y salteado, sino
que hay también otros. Esos que superada la instancia de la mera supervivencia
enfrentan males peores. Se enferman, y son abandonados por hospitales sin
medicamentos y no pueden ver más allá de mañana, son aquellos a los que el sistema
nunca ha sabido bien dónde acomodar los pobres crónicos, estructurales, esos
que permanecen.
El Indec publico en junio de 2012 que una
familia de cuatro miembros comió, se vistió, se educó y hasta paseó por $1507
para quedar por encima de la línea de la pobreza, pero aquí en el planeta
tierra, en cambio, la realidad es otra y se necesita el doble de ese dinero
para hacer esas mismas cosas. Pero el número de pobres es enorme, hoy el número
de personas en esa situación asciende a 4.000.000 según los datos del Barómetro
de la Deuda Social Argentina. ¿Por qué entonces más allá
de la reactivación del sistema productivo, del alegado crecimiento a
"tasas chinas" durante varios años, más allá de los planes de
transferencia de recursos y hasta de un insistente discurso a favor de "la
equidad" la marea de desplazados sociales persiste? ¿Por qué nada de todo lo que se
dice haber hecho ha logrado sacarlos del infierno en donde están? Si lo que se
mide es el ingreso de las familias y se constata que éste aumenta debe tenerse
en cuenta que la inflación termina licuando ese incremento, así hasta el
concepto de pobreza cambia a tal punto de hacer que la pobreza pase de la mera
carencia económica que si bien no es un dato menor no da verdadera cuenta del
fenómeno, es decir, comer todos los días no implica no ser pobre; es, como
mucho, ser un sobreviviente. Pero al ritmo que según la estadística oficial
caen las tasas de pobreza e indigencia dentro de poco asistiremos al surgimiento
de un fenómeno asombroso, el de los pobres sin pobreza gente que ha logrado
subsistir con lo mínimo, gente que desaparecerá de las estadísticas pero que
seguirán haciéndose la madre de todas las preguntas; ¿por qué, mientras el
aparato productivo funciona y el consumo se recupera, la mejora no es para
todos y todas?
Una respuesta para esta pregunta podría ser que la
pobreza estructural no cede porque tiene que ver, en parte, con el mercado de
trabajo en tanto el modelo económico no ha logrado generar un proceso de
inclusión del sector informal de la economía y porque para una parte importante
de esta población hay una cultura de la marginalidad, instalada desde hace años
y que hace muy difícil su incorporación a los formatos de empleo tradicionales.
Y por otra parte la economía argentina no ha sido capaz, hasta ahora, de
generar nuevos empleos o formas de empleo alternativas para que los sectores
informales se puedan incorporar a una actividad regular y productiva. Algo
parecido es lo que sucede con el déficit habitacional de los pobres crónicos que
por cierto están muy lejos de acceder a una casa digna, con todo lo que ello
implica. Por más que se hayan construido cientos de miles de viviendas
sociales, la oferta no llega a compensar nunca la demanda y así se ve en el
crecimiento de los asentamientos donde los invisibles se vuelven visibles con
sólo mirar las villas. El punto es, otra vez la mirada, o se mira, o bien se
oculta con falsas estadísticas.
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