Aunque no se suponía que las aseguradoras que respaldarían la creación de este insólito plástico se negarían a dar el plástico a sola firma, ante el riesgo de que se produzcan altos índices de morosidad. Sin embargo esta como otras tantas barbaridades del secretario de comercio interior, supuestamente para fomentar el consumo de las clases más bajas no resulto. La Supercard debería haber estado lista hace varios meses, pero su instrumentación no fue tan sencilla como esperaba el Gobierno. Según se pudo saber la empresa Tarshop, del grupo IRSA y dueña de Tarjeta Shopping, emitiría una Obligación Negociable por 10 millones de pesos, que sería suscripta por las compañías de seguro, con el fin de contar con el fondeo necesario para arrancar el sistema. Entonces resulto que para obtener la Supercard, el plástico que impulsaba la Secretaría de Comercio Interior habría que presentar DNI, la factura de un servicio público, recibos de sueldo y una tarjeta de crédito tradicional, es decir exactamente lo mismo que cualquier entidad financiera. Las grandes cadenas que supuestamente operarían con la nueva tarjeta serian Walmart, Jumbo, Vea, Libertad, Carrefour, Garbarino, Frávega y Musimundo, que expedirían los plásticos en forma gratuita.
Esta Supercard tendría una tasa de financiación del 22 por ciento anual, con un límite de compra máximo, para quienes pudieran demostrar ingresos acordes en el análisis crediticio previo de hasta 20 mil pesos; y el resumen de cuenta le costaría a quien lograra poseerla, unos 38 pesos mensuales. Por su parte, los comercios abonarían una tasa del 1 por ciento por las ventas realizadas, contra el 3 por ciento que cobran actualmente las tarjetas tradicionales. Además, el cargo por la emisión de la tarjeta seria cero, mientras que el de la administración mensual seria de 28 pesos. El envío de resumen en papel al domicilio del cliente costaría otros 10 pesos, el interés punitorio seria del 11 por ciento, mientras que el cargo de renovación anual alcanzaría en todos casos a 126 pesos, según se había informado oficialmente. La tarjeta, de múltiples colores, tendría al dorso un código de barras impreso que permitirá abonar el resumen en entidades habilitadas para el cobro del servicio. Pero lógicamente y como era de esperarse de plástico no se habló más, y por supuesto o no se entregó ni siquiera uno solo. Todo esto a ocho meses de su anuncio inicial.
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